Entre
noviembre de 1944 y abril de 1945, Japón realizó el único ataque de la guerra
contra territorio estadounidense con un arma hasta entonces desconocida: unos
globos aerostáticos lanzados desde sus costas. Cómo era el sistema utilizado y
cuáles fueron sus efectos
Por Daniel
Cecchini
El
sábado 5 de mayo de 1945 amaneció cálido y soleado en Bly, Oregón, y el
reverendo Archie Mitchell decidió que era el momento de cumplir una promesa que
venía postergando, la de llevar a algunos de los chicos de la escuela dominical
a hacer un picnic en el Bosque Nacional Fremont.
Era un
típico día primaveral y además había razones para celebrar. La caída de Berlín,
unos días antes, preanunciaba el final de la guerra. Por suerte, esa guerra
tremenda no había llegado al territorio de los Estados Unidos, pero había
muchos jóvenes norteamericanos combatiendo en Europa y el Pacífico que pronto
podrían volver a sus casas.
Después
de subir al auto la canasta con sándwiches y bebidas que había preparado su
esposa Elsie, de 26 años y embarazada de seis meses, el matrimonio pasó a
recoger a los chicos por sus casas. Uno por uno, fueron subiendo al vehículo
Edward Engen, de 13 años; Jay Gifford, también de 13; Sherman Shoemaker, de 11;
y los hermano Dick y Joan Patzke, de 14 y 13.
La iglesia de Oregon a la que pertenecía el reverendo Archie Mitchell (foto Wikipedia / Otebig)
Fueron
cantando canciones de la Iglesia hasta que el auto se detuvo en un lugar de la
montaña Gearhart. Elsie y los chicos salieron del auto para buscar un lugar
adecuado para desplegar el mantel, mientras el reverendo terminaba de
estacionar y bajaba las cosas.
El
hombre estaba en eso cuando escuchó una fuerte explosión y unos gritos
desgarradores, al tiempo que una llamarada se elevaba a unos cincuenta metros.
Corrió y encontró a su mujer y los chicos desparramados junto a un objeto que
se estaba incendiando. Edward, Jay, Dick y Sherman estaban quemados y muertos;
su esposa Elsie y Joan estaba un poco más lejos, también heridas, pero todavía
se movían. Morirían poco después en el hospital. En los cuerpos de todos
también se encontró metralla.
El
reverendo Mitchell no supo hasta mucho después que su mujer y los chicos se
habían convertido en las únicas bajas civiles en territorio estadounidense de
la Segunda Guerra Mundial, víctimas del primer ataque intercontinental de la
historia, realizado con un arma simple pero letal creada por el ejército
japonés: el globo aerostático Fu-Go, cargado con dos bombas, una incendiaria y
la otra explosiva.
Elsie y
los chicos habían descubierto el globo desinflado en el suelo y empezaron a
revisarlo para ver de qué se trataba, con tanta mala suerte que al moverlo
activaron las bombas que no habían estallado.
Una secuencia del derribo de globos japoneses por parte de aviones norteamericanos (U.S. Air Force photo)
El que
los mató no era el único globo Fu-Go en llegar desde Japón a los Estados
Unidos, pero casi nadie conocía su existencia porque la prensa, en tiempos de
censura por la guerra, nunca había publicado nada.
Recién
15 días después, y precisamente debido a esas muertes, se advertiría a la
población que si alguien veía uno de esos globos no se acercara e informara a
la policía, porque eran peligrosos.
Para
entonces unos trescientos de los casi 9.000 lanzados por los japoneses desde
las costas de Honshu habían llegado a territorio estadounidense, pero sin
causar víctimas por lo que habían pasado casi inadvertidos.
Los
globos bomba
El
proyecto de un globo bomba fue desarrollado por el Laboratorio de Investigación
9 del Ejército Imperial Japonés, encargado de crear armas especiales. Después
de muchos prototipos, tuvieron el arma ideal.
Se
trataba de una serie de globos hechos de papel, que medían unos 10 metros de
diámetro y 20 metros de altura. Se desplazaban gracias al hidrógeno que
contenían en su interior y aprovechando las corrientes de aire que llegaban a
través del Pacífico directamente hasta los Estados Unidos.
En su
interior llevaban una serie de tubos rellenos de pólvora, además de un
dispositivo de activación que se encargaba de hacer que las bombas estallaran
cuando los sensores confirmaban que tocaban el suelo.
Eran
capaces de alcanzar los 12 kilómetros de altura y recorrer distancias
superiores a los 6.500 kilómetros.
“Los
japoneses tenían un amplio conocimiento de las corrientes de aire que surcaban
el océano Pacífico, además de la geografía de vastas zonas de bosques que tenía
Estados Unidos en su costa oeste”, explica en una entrevista de 2020 con la BBC
de Londres el historiador Ross Coen, autor de “Fu-Go: la historia curiosa de
los globos japoneses que intentaron bombardear Estados Unidos”, publicado por
la Universidad de Nebraska.
Su
objetivo, según documentos desclasificados del ejército estadounidense, era
provocar incendios forestales que generaran pánico en la población.
“El
ejército japonés los llamó “Fu-Go”. “Fu” son las primeras letras de la palabra
japonesa “fusen” que significa “globo” y “Go” es el código que tenían, agregado
como sufijo, todos los prototipos diseñados en el laboratorio donde se creó
este artefacto”, detalla Coen.
Y
agrega que “fueron los precursores de los cohetes interoceánicos que ahora
tienen algunos países. Nadie pudo predecir ese tipo de ataque, que en muchos
casos fue fallido pero que efectivamente terminó matando a esas seis personas
en Oregón”.
El
ataque intercontinental
La
Armada Imperial Japonesa empezó a lanzar globos en noviembre de 1944 y siguió
haciéndolo hasta abril de 1945 porque la corriente de vientos alisios que debía
llevarlos hasta los Estados Unidos alcanza su máxima velocidad entre esos
meses.
Aunque
esta decisión incrementaba las probabilidades de que los Fu-Go se adentraran en
territorio estadounidense, también implicaba que llegarían a su objetivo en
época de lluvias y que la efectividad de las bombas incendiarias se vería
reducida, especialmente a la hora de provocar incendios forestales.
De los
9.000 globos estimados que se lanzaron, se calcula que sólo unos mil terminaron
alcanzando las costas de los Estados Unidos. Algunos se adentraron muchísimo en
el país y llegaron a alcanzar puntos tan al este como Michigan, pero la inmensa
mayoría no explotaron o cayeron en el océano o sobre zonas despobladas.
“Los
japoneses no estaban locos. Durante varios meses enviaron miles de globos, con
la expectativa de que al menos el 10 por ciento lograra el objetivo de llegar a
suelo estadounidense”, dice Coen.
El monumento que recuerda a las víctimas del ataque japonés (foto Wikipedia / Jayedgerton)
Una vez
que el artefacto caía al suelo, ardía por varios minutos y posteriormente
explotaba. Los expertos militares estadounidenses comprobaron su potencial para
provocar incendios forestales, pero durante los primeros tiempos también
temieron que, además, se tratara de un arma biológica, aunque después lo
descartaron.
Al
principio no pensaron siquiera que los globos llegaban desde Japón, atravesando
el Pacífico, sino que creyeron que eran lanzados desde el interior del país por
comandos enemigos y bien por japoneses que vivían desde hacía tiempo en los
Estados Unidos, lo que provocó una mayor vigilancia de ese sector de la
población y un endurecimiento de las condiciones en los campos de concentración
donde estaban recluidos aquellos a los que se consideraba potencialmente
peligrosos.
Solo
cuando un grupo de geólogos analizó la arena que tenían los sacos de lastre
llegaron a la increíble conclusión de que venían del otro lado del océano.
En
términos militares, el ataque japonés con globos bomba fue un fracaso. Más allá
de las seis muertes que uno de ellos provocó en Oregón, los daños materiales se
limitaron a dos pequeños incendios y un corte en el suministro eléctrico de la
central de Hanford, en Washington, alcanzada por uno de ellos.
Tres
meses después de lanzar el último globo, Japón se rindió luego de sufrir en
Hiroshima y Nagasaki dos ataques con un arma mucho más poderosa que los globos:
la bomba atómica.
El hongo provocado por el lanzamiento de la bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, el 6 de agosto de 1945
Hallazgos
durante años
Todos los registros japoneses sobre el programa Fu-Go fueron destruidos en cumplimiento de una directiva del Ejército Imperial emitida el 15 de agosto de 1945, el día en que Japón anunció su rendición.
Pero,
aún con la guerra terminada, los hallazgos de globos bomba en los Estados
Unidos y en Canadá siguieron durante años.
En
octubre de 2014, la Marina canadiense detonó uno de ellos, encontrado cerca de
la localidad de Lumby, y el último caso data de octubre de 2019, cuando un
cazador dio con los restos de uno de estos artefactos entre un montón de madera
quemada en medio de un bosque en la Columbia Británica, también en Canadá.
Hoy,
muchos museos de guerra en los Estados Unidos y Canadá conservan fragmentos de
Fu-Go, incluidos el Museo Nacional del Aire y el Espacio y el Museo de Guerra
Canadiense. También, Un pino cercano al sitio donde explotó el globo bomba de
Oregón tiene cicatrices provocadas por la metralla en su tronco.
En
cuanto a la memoria de sus seis únicas víctimas fatales, en 1950 se construyó
un monumento, el Monumento Mitchell, en el lugar de la explosión, y el área
recreativa Mitchell circundante fue incluida en el Registro Nacional de Lugares
Históricos en 2003.
En
1987, un grupo de mujeres japonesas involucradas en la producción de Fu-Go como
colegialas entregaron 1000 grullas de papel a las familias de las víctimas como
símbolo de paz y curación, y se plantaron seis cerezos en el lugar donde
murieron Elsie Mitchell y los cinco chicos de la escuela dominical.
Fuente:
https://www.infobae.com