En 1926
Anthony Fokker residía en los Estados Unidos, su avión trimotor gozaba de una
excelente reputación y ya se había recuperado de las secuelas del divorcio con
su primera esposa. Fue un año importante para la aviación. El 12 de febrero
Ramón Franco amerizó en la Argentina, después de cruzar el Atlántico Sur. El Comandante
Richard Byrd pretendía volar al Polo Norte. Eran muchas las personas
interesadas en demostrar que los aviones servían para algo. Pero, en aquella
época, los éxitos aeronáuticos siempre bordeaban el fracaso.
El 13
de febrero de 1926, Anthony Fokker recibió una solicitud de Richard Byrd para
adquirir un avión F.VIIa, con tres motores, con el que pretendía llegar el
primero al Polo Norte. Al principio, el holandés se mostró un tanto reacio por
el temor a que un fiasco en aquella expedición le viniera a estropear la excelente
imagen que el avión tenía. Sin embargo, terminó venciéndole la tentación de
conseguir más publicidad y el hecho de que el proyecto de Byrd lo apoyaban
Edsel Ford, D. Rockefeller y Rodman Wanamaker. Tony le hizo una oferta a Byrd
por 40.000 dólares, con la condición de que el nombre del fabricante figurase
muy visible en el aparato. No era un precio barato. El marino aceptó porque
tenía prisa y bautizó la aeronave con el nombre de Josephine Ford, en honor a
la hija de tres años de Edsel Ford.
Con
Floyd Bennett como piloto, Byrd despegó de la isla de Spitsbergen y regresó
para contar al mundo que había sido el primero en sobrevolar el Polo Norte, el
9 de mayo de 1926. Algunos no le creyeron por la corta duración del vuelo, pero
sus dudas no las compartió la opinión pública. Si no lo hicieron ellos, los
primeros en volar hasta el Polo Norte fueron Roald Amundsen, Umberto Nobile,
Oscar Wisting y Lincoln Ellsworth, el 12 de mayo, a bordo del dirigible Norge.
En
junio, Byrd fue recibido por la ciudad de Nueva York con los máximos honores,
reservados a los grandes héroes nacionales. Fokker se beneficiaría enormemente
de la inmensa publicidad que generó el vuelo de Byrd. Años más tarde la hazaña
del Comandante sería cuestionada, pero en aquel momento nadie la discutió.
En la
primavera de 1926 Anthony se sentía cómodo en América. El éxito del vuelo al
Polo Norte del Almirante Byrd con un Fokker contribuyó a que muchas aerolíneas
se interesaran por su avión de tres motores. Desde el mes de noviembre del año
anterior contaba con una ayuda excepcional: Helen Kay Schunk. La había conocido
en Detroit en noviembre de 1925 y enseguida la contrató como secretaria. A la
muchacha le fascinaba el continuo desorden de las jornadas de trabajo de su
jefe, en las que alternaba el dictado de la correspondencia, con el
adiestramiento de sus perros, la ingesta de sándwiches con chocolate, o la
escucha de programas de radio. No tenía horas para hacer las cosas y su mundo
era un perpetuo caos.
Entusiasmado
con América, el 17 de junio de 1926, Anthony Fokker solicitó la nacionalidad
estadounidense. A principios de año, había conocido a una joven canadiense,
Violet Austman. La muchacha, de 28 años, era hija de un emigrante islandés
casado con una irlandesa, tenía cinco hermanos, los ojos grandes y brillantes y
era muy guapa. Violet no hacía mucho tiempo que, después de un fracasado primer
matrimonio, se había desplazado a Nueva York donde su hermano Walter ejercía de
artista en representaciones cómicas, para trabajar en los teatros de la ciudad
en papeles secundarios, con cierto éxito, y no cantaba mal.
A
Violet le atraían los aviones y Tony no sabía hablar de otra cosa que no
estuviera relacionado con esas máquinas. Eso les permitió establecer una
relación algo más duradera de las que solía mantener Fokker con las mujeres.
Después
de las fastuosas celebraciones del supuesto vuelo al Polo Norte del avión de
Byrd, Tony y Violet pudieron contemplar al Josephine Ford, en el mes de julio,
colgado en el techo de los almacenes Wanamaker, en Nueva York y en Filadelfia.
Rodman
Wanamaker constituyó una sociedad, la American Trans Oceanic Company para
realizar un vuelo a través del Atlántico Norte. Quería demostrar que el
transporte aéreo de pasajeros podía ser una realidad muy pronto.
Alguien
todavía desconocido, que se llamaba Charles Lindbergh, se presentó en las
oficinas de Fokker en St. Louis con la intención de adquirir un avión para
cruzar el Atlántico Norte. Un empleado de Anthony, Roy Russel, trató de
disuadir al joven piloto y le ofreció un aparato con un precio muy elevado: 90.000
dólares. Lindbergh, que no contaba con generosos apoyos financieros, se dirigió
a Ryan Airlines de San Diego, California, para que le construyeran el Spirit of
St Louis. Con buen criterio, Lindbergh concluyó que un avión con un motor era
mucho más fiable que otro con tres, como el Fokker.
A
finales de 1926, Richard Byrd se puso de nuevo en contacto con Anthony para
encargarle un trimotor modificado, que en principio se había diseñado como
avión de transporte para el Ejército de los Estados Unidos (C-2), con el que
pretendía volar la misma travesía que deseaba realizar Lindbergh: de Nueva York
a París y ganar así el premio Raymond Orteig, dotado con 25.000 dólares. Fokker
no podía negarle al héroe del Polo Norte un avión.
En la
planta de Fokker, en Teterboro, empezaron a trabajar con el avión de Byrd que
se bautizó con el nombre de América. Pero, Anthony tenía otros compromisos
importantes y mientras Lindbergh y Byrd vigilaban el desarrollo de sus
aeronaves, Fokker ultimó los preparativos de su boda y se casó con Violet en
Nueva York el 14 de marzo de 1927. Fue una ceremonia estrictamente privada, a
la que asistieron dos hermanos de la novia, Walter y Lilliam, y ningún familiar
de Anthony. Violet lució un espléndido anillo con un valioso diamante, regalo
del novio. Después los novios se fueron de viaje a Montreal donde Violet tenía
intención de pasar una semana y presentarle a Tony su familia, aunque la
estancia allí tan solo duró dos días. Anthony tuvo que acudir a Búfalo, al
congreso anual de la American Society of Mechanical Engineers para pronunciar
una conferencia. Y en cuanto termino la conferencia, en abril, le avisaron de
que, en Teterboro el América, ya estaba en condiciones de realizar las pruebas
de vuelo.
El 16 de
abril Anthony pilotaba el América, con toda su tripulación, en una de las
pruebas finales del aparato. El avión tenía una tendencia muy acusada a meter
el morro. Cuando se aproximaban al campo de aterrizaje de Teterboro, Fokker le
dijo a Bennett que moviera la carga hacia atrás, pero debido a la forma que se
había hecho la estiba la operación resultaba muy complicada y Anthony se vio
obligado a tomar tierra en aquellas condiciones de pésimo centrado. Apenas
tocaron las ruedas el suelo, la cola se levantó y la hélice delantera golpeó la
pista con fuerza.
El
accidente causó daños importantes a la tripulación y al aparato. Bennett salió
el peor parado, con una costilla rota, una herida en el pulmón, el fémur
derecho, el cráneo y algunas vértebras cervicales fracturados, y múltiples
heridas en la cara producidas por los trozos de cristal de las ventanas de la
cabina que saltaron hechas añicos; a Richard Byrd se le rompió una muñeca y
sufrió una herida en la cabeza y George Noville, el radio, apenas tuvo que lamentar
algunas magulladuras. Anthony salió de la aeronave con molestias en el cuello.
En
mayo, el matrimonio había previsto viajar a Holanda para que Violet conociese a
la familia de su esposo, pero después del accidente del América, Tony se vio
obligado a permanecer en los Estados Unidos.
Byrd y
Anthony tuvieron una fuerte discusión y a partir de ese momento la relación
entre los dos se deterioró hasta el punto de afectar el desarrollo del proyecto
de vuelo transatlántico que se retrasó más de lo conveniente.
El 21
de mayo de 1927, Charles Lindbergh se adelantó a Byrd y con su Spirit of St
Louis ganó el premio Orteig al atravesar el Atlántico Norte, volando en
solitario, de Nueva York a París.
No
obstante, Byrd, con dos pilotos, Bernt Balden y Bert Acosta, y Noville como
operador de radio, despegó de Nueva York, rumbo a París, el 29 de junio de
1927. Desafortunadamente, el América, tuvo que realizar un aterrizaje forzoso a
unos 200 metros de la costa de Normandía.
Fokker
nunca le perdonó a Byrd que no consiguiese que su avión fuera el primero en
cruzar el Atlántico Norte.
Al año
siguiente, Byrd inició sus expediciones a la Antártida que en 1929 lo
convertirían a él y su tripulación en los primeros navegantes que sobrevolaron
el Polo Sur, pero eso sucedió con un avión trimotor metálico Ford.
Fuente:
https://elsecretodelospajaros.net