Cuando
se enteró de los últimos avances tecnológicos de su país, Nelson solicitó
cohetes para bombardear la ciudad de Cádiz, pero nunca se los llegaron a
suministrar. El primer éxito militar de los británicos con esta arma se produjo
en 1806, en plena guerra con Francia: lanzaron unos 200 cohetes sobre el puerto
de Boulogne, donde se había concentrado la flota francesa. En pocos minutos la
ciudad se incendió. Al año siguiente, durante el cerco a Copenhague, la Armada
británica prendió fuego a gran parte de la capital danesa con los cohetes que
se dispararon desde sus barcos. A pesar de que el duque de Wellington se
expresó en contra del empleo de esta arma —“no quiero incendiar ninguna ciudad
y no sé qué otro uso se les puede dar a los cohetes”— el príncipe de Gales y
otros militares no compartían su opinión.
Los
cohetes desempeñaron un papel importante en la guerra contra Napoleón, en las
batallas de Leipzig y Dantzing, hasta el punto de que el Reino Unido formó un
cuerpo de especialistas para manejarlos.
El
desarrollo de este armamento en el Reino Unido se debió a la perseverancia de
sir William Congreve quien, tras la lectura del libro de Innes Munroe sobre las
guerras de Gran Bretaña en la India —publicado en Londres en 1789—, se puso a
trabajar en el desarrollo de un cohete de uso militar.
En
1761, el autoproclamado gobernante del reino de Mysore en la India, Hyder Ali,
venció a los británicos en la batalla de Panipat, con un ejército de 1200
soldados armados con cohetes de unas prestaciones, hasta entonces,
desconocidas. El cuerpo de sus cohetes era cilíndrico, de hierro, con una
longitud de unos 20 centímetros y un diámetro de 3,7 centímetros, terminado en
un cono puntiagudo. Se estabilizaban en vuelo con una caña de bambú de dos
metros y medio y tenían un alcance de unos 800 metros. Si se lanzaban en
oleadas de mil o dos mil unidades, contra la caballería enemiga, podían causar
efectos desastrosos en sus filas.
Hyder
Ali, falleció en 1782, después de librar dos sangrientas campañas contra los
británicos en las que estuvo a punto de capturar la ciudad de Madras. Su hijo,
Tipu Sultan, perfeccionó los cohetes de Hyder Ali y llegó a formar un ejército
con 5000 soldados provistos de estas armas, antes de perecer en combate, a los
48, años en 1799. Los cohetes de Tipu Sultan se construían en centros creados
por el gobernante, llamados Taramandalpeths, en los que los artesanos
experimentaban con distintas pólvoras, ajustaban los pesos, dimensiones y
materiales de los cohetes, y efectuaban pruebas de tiro.
Congreve
era un joven que poseía una excelente educación: se había graduado en el
Trinity College de la Universidad de Cambridge a los 21 años, en 1793, antes de
estudiar leyes en Middle Temple. Fundó un periódico de carácter político pero
su carrera como editor tuvo un final repentino, acusado de libelo y condenado a
pagar una multa de mil libras, al perder un pleito contra Lord Berkley. El
frustrado periodista pertenecía a una familia de raigambre militar y decidió
comprar una pirotécnica en Londres para dedicarse al desarrollo de los cohetes
cuando Gran Bretaña se hallaba inmersa en las guerras napoleónicas. No le fue
difícil conseguir ayuda técnica y económica del Ejército para desarrollar un
cohete que debía superar en alcance y poder destructivo a los de Hyder Ali.
Bajo la
dirección del abogado, recién convertido en experto en cohetes, en el Arsenal
de Woolwich se desarrollaron nuevas pólvoras, carcasas metálicas y explosivos
incendiarios para las cabezas. También se perfeccionaron los métodos de
fabricación: las carcasas se rellenaban con la pólvora húmeda y luego se
dejaban secar durante meses. El material incendiario se formaba con nitrato de
potasio, azufre, sulfuro de antimonio, sebo, colofonia y trementina. El
lanzamiento se hacía con la ayuda de tubos que podía manejar con facilidad una
persona.
En
1805, William Congreve consiguió que sus cohetes alcanzaran los 2.000 metros,
lo que superaba con amplitud a los del gobernante indio Hyder Ali. Congreve
logró interesar al príncipe de Gales para que asistiera a una prueba que tuvo
lugar en Brighton. Entusiasmado, el heredero de la corona lo puso en contacto
con el primer ministro, Pitt, quien solicitó a lord Castlereagh y lord
Mulgrave, que investigaran el asunto. Los emisarios del mandatario asistieron a
una serie de pruebas en el Arsenal de Woolwich y quedaron gratamente
sorprendidos por los resultados, hasta el punto de recomendar a Pitt que los
cohetes de Congreve se fabricaran en el Arsenal Real para emplearlos en la
guerra contra Francia.
La
primera vez que se trataron de utilizar en el campo de batalla, los cohetes no
tuvieron mucho éxito, pero en el segundo intento, en Boulogne, causaron
estragos en las líneas enemigas.
Tras la
guerra contra Napoleón, el Reino Unido se vio envuelto en otro conflicto bélico
motivado por la independencia de los Estados Unidos. Los cohetes de Congreve,
perfeccionados, también se utilizarían en las campañas americanas. En una de
aquellas batallas, los británicos bombardearon con fuego de artillería y
cohetes Baltimore y trataron de conquistar la ciudad, pero se retiraron.
Al
amanecer del 14 de septiembre de 1814, un abogado estadounidense, Francis Scott
Key, que había presenciado el asalto desde la cubierta de un barco, emocionado
al contemplar la bandera de su país que ondeaba sobre el fuerte McHenry,
escribió un poema, La bandera tachonada de estrellas, en el que se hacía
mención al resplandor rojizo de los cohetes y el aire repleto de bombas: “… Y
el resplandor rojo del cohete, las bombas estallando en el aire…”. Los cohetes
de Congreve llegarían a formar parte de la épica norteamericana ya que con el
tiempo, el poema de Scott Key se convertiría en la letra del himno nacional de los
Estados Unidos.
Durante
la primera mitad del siglo XIX, todos los países avanzados introdujeron la
cohetería en sus Fuerzas Armadas. El problema de falta de control de los
cohetes, lo trató de resolver otro británico, William Hale, mediante vanos
metálicos situados en la salida de gases, pero a finales de siglo las nuevas
piezas de artillería hicieron de los cohetes una reliquia militar de las
guerras napoleónicas.
William
Congreve, el introductor de los cohetes en los ejércitos de los países
occidentales, falleció el 5 de mayo de 1828, poco después de cumplir 56 años.
Sus años postreros fueron desafortunados al implicarse en negocios mineros
ruinosos en América del Sur, y ser acusado de fraude. Con achaques de salud que
le obligaron a utilizar una silla de ruedas, se retiró a vivir al sur de
Francia. Sus maestros, los señores del reino Mysore, Hyder Ali y su hijo Tipu
Sultan ya habían pasado a la historia para engrosar la lista de los peores
enemigos a los que tuvo que enfrentarse Gran Bretaña en la India, gracias a sus
temibles cohetes.
Fuente:
https://elsecretodelospajaros.net