Durante
los meses de julio y agosto de 1916, la aviación alemana perdió la iniciativa y
quedó completamente anulada por la de los Aliados. Boelcke no pudo continuar en
la retaguardia y a finales de agosto se incorporó al servicio activo.
El 29
de agosto Hindenburg asumió el mando de los ejércitos en Alemania, al
reemplazar a Falkenhayn, y los cambios afectaron también al esquema
organizativo de la aviación alemana. La nueva organización se llamaría
Luftstreitkräfte (Fuerza de Combate Aéreo) y el General Ernst von Hoeppner se
hizo cargo de la Fuerza Aérea.
El General
designó como Jefe de Estado Mayor del Aire al Mayor Herman von der
Liet-Thomsen. Boelcke conocía bien a Thomsen y los dos compartían la visión de
que los aviones de caza debían de agruparse en unidades homogéneas. Estas
unidades se denominaron Jagdstaffel (Jasta), y en teoría contaban con 18
aeroplanos, 24 pilotos y unas 130 personas más de apoyo en tierra, aunque en la
práctica el número de aviones con que se dotaron sería del orden de una docena.
Oswald Boelcke fue designado jefe de una de las dos primeras: la Jasta 2.
Oswald
contaba con la confianza plena de Thomsen y eligió personalmente a los pilotos
de su unidad, entre los que se encontraba el futuro as, Manfred Richthofen, el
aviador que acreditó el mayor número de victorias durante la guerra. La Jasta 2
se ubicó en Betincourt, en el norte de Francia.
Richthofen
se incorporó a la unidad de Boelcke a principios de septiembre de 1916.
El
futuro as de ases de la aviación alemana había nacido en Breslau, el 2 de mayo
de 1892. Su padre, militar, le inculcó el amor al deporte y la equitación.
Manfred también se distinguiría por su pasión por la caza y la natación. Nunca
fue un colegial muy brillante, ni en la escuela militar de Wahlstatt, donde lo
envió su padre cuando tenía once años, ni en la de Gross-Lichterfelde, situada
cerca de Berlín, en la que se graduó en 1911. Después de hacer el curso de
oficial en la Kriegsschule de Berlín fue destinado a una unidad de Caballería.
Cuando
se declaró la guerra participó en algunas operaciones en el frente oriental.
Después lo trasladaron a Busendorf, al norte de Metz y sus primeros combates
importantes tuvieron lugar en el asalto a Virton en el que participó el
príncipe Oskar de Prusia, quinto hijo del káiser. Manfred quedó impresionado
por el valor y el coraje con el que el príncipe dirigió a sus soldados en
aquellas batallas en las que fue distinguido con la Cruz de Hierro. Un mes más
tarde, Manfred se sintió orgulloso cuando le fue concedida la misma
condecoración.
Sin
embargo, poco después Manfred quedaría atrapado en las trincheras del frente de
Verdún. Desesperado escribiría: “Ahora estamos entrando y saliendo de las
trincheras, igual que la Infantería; a 2000 metros, frente a nosotros, están
los franceses. No es divertido estarse quieto durante 24 aburridas horas.
Algunos obuses van y vienen a modo de intercambio; eso es todo lo que he
experimentado durante las últimas cuatro semanas. Está muy mal que no se nos
utilice en el frente principal. Durante semanas el frente de Verdún no se ha
movido 50 metros… Me gustaría mucho poseer una Cruz de Hierro de primera clase,
pero aquí no veo ninguna oportunidad. Debo de ir a Verdún vestido de francés y
volar una torre de ametralladoras”.
Pasó el
invierno y llegó la primavera y Manfred cumplió 23 años en las trincheras que
con las lluvias se convirtieron en un lodazal. Por fin, a finales de mayo,
consiguió salir del barro para ingresar en el Servicio de Aviación.
Pasó
las pruebas y prefirió completar el curso de observador, que duraba dos
semanas, en vez de el de piloto de tres meses, porque Manfred quería volver al
frente y temía que se acabara la guerra.
En su
primer destino, en la Abteilung 69 situada en el frente oriental, se entusiasmó
con la capacidad de los aviones para ejercer misiones de reconocimiento tras
las líneas enemigas. Comprendió que, aquella tarea, encomendada desde siglos a
la Caballería, la había asumido definitivamente la Aviación.
Del
frente oriental pasó a Flandes y allí tuvo la oportunidad de intentar derribar
con su fusil aeronaves enemigas. Muy pronto se dio cuenta de la enorme
dificultad que suponía la coordinación de los movimientos entre el piloto que
dirige la aeronave y el observador que efectúa los disparos. Aun así y todo, en
uno de sus vuelos logró derribar un Farman, aunque no pudo acreditarse la
victoria por falta de verificación.
Manfred
conoció a Oswald Boelcke, en un viaje en tren y mantuvo con él una larguísima
conversación que le animó a convertirse en piloto. Richthofen consiguió que el
mando lo enviara a realizar un curso de vuelo en Döberitz.
El día
de Navidad de 1915 completó los exámenes de piloto y como parte del ejercicio
voló a la factoría de Fokker, en Schwerin, donde estuvo un rato, y de allí
despegó para aterrizar en Breslau y dirigirse a su casa en tren.
En
marzo de 1916 Manfred se incorporó a la Jasta 8, en Metz, que mandaba Víctor
Carganico. Allí efectuó numerosas misiones de reconocimiento con el Albatros
C.III, en el que hizo que sus mecánicos colocaran una ametralladora sobre el
plano superior, capaz de hacer fuego por encima del arco de la hélice que se
disparaba tirando de un cable. Con ese artilugio derribó un Nieuport, aunque
tampoco pudo acreditarse la victoria.
Manfred
estaba empeñado en convertirse en un piloto de caza y convenció a Carganico
para que lo enviara a efectuar un entrenamiento de tres días con Alfred Keller,
en aviones con un único asiento.
Una vez
que Richthofen hizo el curso de caza, como Carganico solamente disponía de un
Eindecker lo asignó a Manfred y otro piloto, Hans Reimann. La mala fortuna hizo
que el segundo día Hans fuera derribado por un Nieuport en territorio enemigo y
se viera obligado a incendiar el aparato. Al cabo de varias semanas recibieron
un segundo Eindecker y esta vez lo rompió Manfred en un despegue, en el que se
le paró el motor.
Manfred
Richthofen estaba realmente desesperado al no poder dedicar todas sus
habilidades de cazador a bordo de los Eindecker, aunque en aquellos momentos el
dominio del aire del monoplano empezaba a declinar.
El
joven piloto se sorprendió mucho cuando supo que Oswald Boelcke lo había
seleccionado para formar parte de su nuevo grupo de caza.
Boelcke
comenzó a entrenar a sus pilotos en cuanto llegaron los aviones. En septiembre,
el Jasta 2 recibió los primeros Albatros biplanos D.I que reemplazaban a los
Eindecker. Eran aviones diseñados para enfrenarse con éxito a los Nieuport 11 y
Airco DH.2 que habían conseguido anular a los monoplanos de Fokker. Llevaban
dos ametralladoras en el morro y eran rápidos, aunque no muy maniobrables. La
velocidad y la potencia de fuego fueron sus puntos fuertes.
El
Azote Fokker pertenecía al pasado y el fabricante holandés se vio relegado a un
segundo término. Los Albatros habían tomado el relevo.
El 17
de septiembre de 1916 la Jasta 2 de Boelcke realizó su primera misión de
combate contra dos grupos de bombarderos británicos. El combate se saldó, con
mucha diferencia, a favor de los alemanes. Richthofen se anotó su primera
victoria acreditada al derribar un F.E.2.b británico, pilotado por Morris.
Manfred vio cómo su presa lograba aterrizar y lo siguió para tomar tierra
también cerca de ella, en las proximidades del aeródromo alemán de Flesquiéres.
Llegó a tiempo para unirse al grupo de soldados en el momento que extraían del avión
al piloto, moribundo, y el cadáver del observador.
Ese día
Erwin Böhme y Hans Reimann, pilotos de Oswald Boelcke derribaron otros dos
aparatos, y el jefe de la Jasta, uno más. Por la tarde, Boelcke organizó una
pequeña fiesta para celebrar las victorias en la que impuso la Cruz de Hierro a
Böhme. Por la noche, Manfred escribió a su joyero en Berlín para pedirle una
pequeña copa de plata en la que debía inscribir: “1. Vickers 2. 17.9.16”. Su
primera victoria, de un avión tipo Vickers con dos asientos y la fecha. Y fue
la primera de 60 copas, hasta que en septiembre de 1917, un año más tarde, el
joyero ya no pudo encontrar plata en Berlín para seguir fabricándolas.
El 23
de septiembre Manfred obtuvo su segunda victoria y el 25 de octubre ya contaba
con seis derribos.
A
partir de entonces la aviación del General Hoeppner inició su recuperación y en
octubre las fuerzas aéreas de los dos bandos se habrían equilibrado.
A
finales de octubre de 1916 Boelcke había acumulado, desde el inicio de la
guerra, 40 victorias. Sin embargo, Boelcke prefería ayudar a un piloto de su
Jasta que apuntarse un derribo. Sus hombres lo idolatraban, todos consideraban
que Boelcke era su mejor amigo; aquella era una de sus grandes cualidades, ser
un personaje entrañable. Su fama había trascendido las líneas enemigas y los
pilotos enemigos sentían un gran respeto por él.
El 28
de octubre de 1916 Boelcke combatía con su Jasta 2 sobre los cielos de
Pozières. En un picado sobre un DH.2 británico, el piloto aliado viró a hacia
la izquierda en una maniobra evasiva y Boelcke se fue hacia la derecha. El ala
de arriba rozó el tren de aterrizaje o la punta del ala, del avión que pilotaba
su compañero, Erwin Böhme, y la tela se desgarró. Al perder sustentación el
aeroplano de Boelcke se fue a tierra y el impacto acabó con su vida.
Un
decreto Imperial ordenó que la Jasta 2 adoptara el nombre de Jasta Boelcke, en
memoria del padre de la aviación de caza alemana.
Después
de Immelmann y Boelcke hubo muchos pilotos en la aviación alemana que
adquirieron la categoría de as, pero el más famoso y el que más victorias
acumuló fue Manfred von Richthofen, aunque este campeón de los derribos jamás
logró incitar el mismo respeto de sus enemigos con que Oswald Boelcke fue
distinguido.
Fuente:
https://elsecretodelospajaros.net