Por Francisco
Escarti
Doris
Rich había escrito la biografía de la famosa aviadora Amelia Earhart cuando
descubrió una licencia de vuelo en el Museo del Aire y del Espacio de
Washington, expedida el 15 de junio de 1921 en Francia por la Federación
Aeronáutica Internacional, a nombre de Bessie Coleman. Para su sorpresa, dos
años antes que Earhart otra mujer, norteamericana y negra, también ejercía el
oficio de piloto—en una época en la que apenas volaban unas pocas europeas y
ninguna de color.
La
escritora se interesó enseguida por la vida de Bessie, pero cuando preguntaba a
alguien sobre esta mujer la gente le respondía “es imposible encontrar nada
sobre ella”. Cada vez que alguien insistía en la dificultad de obtener
información sobre la misteriosa aviadora, Doris Rich se mostraba más
determinada a desvelarla.
En
1993, la escritora explicaba así, en la revista Women News, la razón de su
empecinamiento: “Eso sí, no me habría molestado si ella no hubiera sido la
clase de sujeto que siempre busco: Una persona que se pone objetivos aparentemente
imposibles y tiene la confianza en sí misma para alcanzarlos o morir en el
intento”. Años más tarde, en su libro Queen Bess, y tras una ardua labor de
investigación, Doris Rich logró recomponer la historia de la azarosa vida de
Bessie Coleman.
Los
antepasados de Bessie fueron esclavos negros que recogían algodón en el este de
Texas, aunque su padre, asalariado, consiguió ahorrar algo de dinero para
comprar una parcela de tierra en la ciudad tejana de Waxahachie.
Bessie
nació en el 26 de junio de 1892, en una época oscura de profunda represión
racial, fue la décima hermana de una familia con trece hijos y se crio en un
ambiente muy pobre. Tenía nueve años cuando su padre agobiado por la
discriminación racial decidió marcharse a Oklahoma en busca de una vida mejor,
por lo que, muy pronto, tuvo que ponerse a trabajar en los campos de algodón,
ayudar a su madre en las tareas de la casa y lavar ropa para ganar algo de
dinero. Nada de eso impidió que sintiera una gran curiosidad por los libros que
sacaba de la biblioteca pública y leía por las noches en casa.
Cuando
cumplió los 18 años había ahorrado dinero para matricularse en la Colored
Agricultural and Normal University en Lagston, Oklahoma: un centro
universitario creado por la comunidad de color para que se graduaran
afroamericanos a los que se les prohibía el acceso a la universidad de aquel
Estado. Las dificultades económicas le impidieron proseguir los estudios y a
los seis meses los abandonó para trasladarse a Chicago, donde vivían sus hermanos,
y hacer unos cursillos en una escuela de belleza. En 1915 Bessie trabajaba de
manicura en una barbería de Chicago, con un salario mejor que el de la mayoría
de las jóvenes de color de su edad, ocupadas en tareas de limpieza.
Cuando los
Estados Unidos entraron en la Primera Guerra Mundial, uno de sus hermanos,
John, luchó en las trincheras francesas. El joven le contó a Bessie que las
francesas eran mujeres libres, incluso algunas de ellas pilotaban aviones, algo
que ella jamás podría hacer. Desde ese momento Bessie se obsesionó con la idea
de volar. Ahorró dinero y envió solicitudes de ingreso a casi todas las
escuelas de vuelo del país, de las que obtuvo siempre una respuesta negativa
debido a su doble condición de mujer y negra. Desesperada, Bessie se dejó aconsejar
por el editor y fundador del periódico Chicago Defender, el abogado de color
Robert Abbot, que le sugirió que se marchara a Francia para obtener la licencia
de vuelo. Bessie empezó a estudiar francés y a enviar solicitudes a las
escuelas de vuelo de aquel país.
Los
hermanos Caudron, pilotos franceses, aceptaron a Coleman en su escuela situada
en Le Crotoy, Francia. En 1921 Bessie se embarcó rumbo a Europa para aprender
su nuevo oficio. A mediados de ese mismo año consiguió pasar las pruebas y
obtuvo la licencia de vuelo de la Federación Aeronáutica Internacional.
Bessie
Coleman se hizo famosa, en Europa y en los Estados Unidos, por los
extraordinarios vuelos de demostración que realizaba con sus aviones, en giras
en las que recorría un gran número de ciudades. También filmaba sus acrobacias
para mostrarlas en conferencias y sesiones educativas. Puso un gran empeño en
que los afroamericanos y las mujeres se iniciaran en el vuelo. Dos años después
de su bautismo de vuelo sufrió un grave accidente en el que estuvo a punto de
perder la vida y tres años más tardes, en otro accidente, la perdió. Su
existencia fue breve, algo habitual entre los pilotos acróbatas de los primeros
años de la aviación.
Poco
antes de morir, en su ciudad natal se organizó una demostración de vuelo en la
que Bessie era la figura principal. Para hacerlo impuso una condición: que
negros y blancos accedieran al estadio por la misma puerta, en vez de a través
de dos accesos separados como habían previsto los organizadores. No fue fácil,
pero Coleman se salió con la suya. Lo que no pudo evitar fue que en las gradas
se mantuviese la discriminación: un espacio para los blancos y otro para los
negros. Ella siempre soñó con crear una escuela de pilotos en la que
cohabitaran hombres y mujeres sin distinciones de color, porque solía decir que
“el aire es el único lugar libre de prejuicios”
Una
historia, la de Coleman, que se hubiera evanescido con el tiempo, de no ser por
la tenacidad de otra mujer: Doris Rich.
Fuente:
https://elsecretodelospajaros.net