11 de abril de 2020
KAMIKAZES, LOS SOLDADOS SUICIDAS DE JAPÓN
"Me
han regalado la fantástica oportunidad de morir. Este es mi último día. Caeré
como la flor de un radiante cerezo". Así de rotundo se mostraba Isao
Matsuo, piloto kamikaze japonés que se suicidó a bordo de su avión intentando
provocar el mayor daño posible al enemigo en los últimos años de la Segunda
Guerra Mundial.
Los
cazas A6M Zero iban armados con bombas de varios cientos de kilos para provocar
el mayor daño posible.
Unos
4000 pilotos suicidas perecieron en este tipo de ataques.
Los
soldados y marineros aliados quedaron horrorizados por las misiones suicidas
que llevaron a cabo los pilotos de un cuerpo de asalto especial de Japón, que
lanzó los primeros ataques contra buques de guerra estadounidenses en octubre
de 1944, frente a las costas de Filipinas. Durante la Segunda Guerra Mundial
sus pilotos eran conocidos como kamikazes, un término japonés que significa “viento
divino” y designaba el tifón que en el siglo XIII destruyó una flota mongola
que debía invadir Japón; quien los enviaba a la muerte era el Vicealmirante
Takijiro Onishi, jefe de la 1a Flota Aérea de Japón. Aunque en un principio se
opuso a las tácticas suicidas, Onishi cambió de parecer después de que la
marina imperial perdiese cientos de aeronaves y pilotos en la batalla del mar
de Filipinas, en junio de 1944.
"En
mi opinión, declaró Onishi, sólo hay una manera de garantizar que nuestras
escasas fuerzas sean lo más efectivas posible. Y es organizando unidades de
ataques suicidas compuestas por cazas A6M Zero armados con bombas de 250 kilos,
y estrellando cada avión contra un portaviones enemigo". Los kamikazes
eran voluntarios, muchos de ellos estudiantes universitarios impulsados por la
lealtad a su patria y su veneración por el emperador. Eran entrenados apresuradamente
para una tarea que precisaba más determinación que pericia. Según Onishi,
aquella “nobleza de espíritu” bastaría para salvar a Japón.
Los
kamikazes llegaron a hundir 34 buques de guerra aliados y a dañar otros 368,
provocando un total de casi 10000 bajas.
Cuando
las flotas aliadas se aproximaron al archipiélago japonés, los ataques de
kamikazes se intensificaron. En Okinawa se sucedieron oleadas de hasta 300
aparatos. Muchos eran abatidos antes de estrellarse contra los barcos, pero
otros causaban daños terribles. El 11 de mayo de 1945, el portaviones USS
Bunker Hill fue atacado por dos cazas Zero. El primero lanzó una bomba que
atravesó el casco y después se estrelló contra la cubierta de vuelo. Instantes
después, otro Zero se abatió sobre la cubierta, causando un incendio que hizo
estallar munición y combustible en una enorme deflagración. Hubo 373 muertos y
264 heridos.
Al
final de la contienda, los kamikazes habían hundido 34 buques de guerra aliados
y dañado otros 368, provocando 9700 bajas. En el bando japonés murieron hasta 4000
pilotos suicidas, cuyo sacrificio fue infructuoso. Cuando el emperador Hirohito
se rindió, en agosto de 1945, el Almirante Onishi siguió el mismo camino que
los malogrados kamikazes y se suicidó.
Fuente:
https://historia.nationalgeographic.com.es