29 de marzo de 2020

EN PRIMERA PERSONA: EYECCIÓN… ¡UNA EXPERIENCIA DIFÍCIL DE OLVIDAR!



Si hay algo por lo que un piloto de combate no quiere pasar, ¡¡¡es por una eyección!!! Por otro lado, cuando uno sube al avión y ve a esta silla rara parecida a la de Frankenstein, el piloto lo ve como algo amigable, parece loco, algo que está relacionado a un hecho desagradable… ¡que no quiero, pero lo quiero!

¿Esto qué significa? Juguemos a que el asiento eyectable fuese un amigo que tengo la certeza que se juega por mi le diría: Menos mal que estás vos, porque si pasa lo peor sé que siempre estás para salvarme. Esta máquina infernal nos da una vida más, un plus… ¡como los gatos, pero con seis menos! Como en la PlayStation… ¡pero de verdad!

Casualmente, uno de los hechos más fuertes de mi vida fue la “eyección”. No hace falta explicar mucho, salir expulsado con un motor cohete desde un avión no es una idea atractiva para nadie, el solo pensarlo nos da un poco de temor y el deseo de que nunca pase.

Misión: Vuelo de prueba

El 11 de junio de 1998 era un día muy frío de otoño, mientras almorzaba inocentemente en el Casino de Oficiales de la VI Brigada, recibo un llamado telefónico: Me comunican que era el afortunado para disfrutar de un siempre interesante vuelo de prueba. El motivo: cambio de motor.

Parto para el Grupo Aéreo y al pasar por Operaciones confirmo que es el Mirage 5P Mara C-604 en versión “A” (avión con alas limpias, sin tanques), un hermoso avión de combate mimetizado en tonalidades de marrón claro, en la versión más liviana que es cuando se puede disfrutar toda la performance de la nave.

Me pongo en contacto con el inspector receptor del vuelo, el Suboficial Paleta (un tipazo y un excelente profesional súper especialista en motores), quien desde tierra registraría todos los datos del chequeo previsto para este tipo de vuelo. Unas horas después informan que el avión está listo para vuelo, chequeo meteorología, y en minutos me dirijo a colocarme el equipo de vuelo (anti “g”, chaleco de supervivencia y casco).

Recuerdo como si fuese hoy, cuando estaba haciendo la inspección exterior del avión, y paso por la tobera del motor, lucía impecable, todavía me acuerdo la grasa gris brillante con que habían untado las aletas de tobera, detalle que evidenciaba su paso por una rigurosa inspección recién salida del excelente taller de motores del Grupo Técnico 6.

 
El protagonista de la historia posa con otros pilotos del Escuadrón Instrucción X frente a un Mirage IIIDEA, un Mirage 5P Mara y un Dagger T en la época que se desempeñaba como jefe de la unidad. De izquierda a derecha: Alférez Tonidandel, Primer Teniente Olmedo, Teniente Villegas, Capitán Greising, Mayor Briatore, Capitán García, Tenientes Franke, Pugliese y Montesinos (foto: vía Luis A. Briatore).

Comenzamos con la puesta en marcha y los procedimientos de rutina, controlamos parámetros de motor y en minutos estábamos en el aire. Ascendía como un misil, avión liviano y alas sin tanques… ¡todo un placer!

A medida que avanzaba el vuelo los controles daban totalmente normales, 35.000 pies (10.668 metros) era el primer nivel de ascenso. El rumbo a mantener en este tipo de vuelo era hacia el mar, pasando lateral Necochea, donde se efectuaba la aceleración supersónica, inicialmente 1.5 de Mach o para los fierreros 1.852 km/h.

El rumbo debía ser hacia el océano, con la finalidad de romper la barrera del sonido apuntando hacia un lugar que no afecte a nada ni nadie, como vidrios, tubos fluorescentes, huevos de gallinas, geriátricos, etc., si por error uno apunta con la nariz del avión hacia abajo estos se pueden romper o se asustan… ¡¡¡dependiendo del caso!!!

Comienzo la aceleración con postcombustión máxima hasta llegar a 1.5 de Mach y la segunda etapa del ascenso subimos hasta los 50.000 pies de altura o 15.240 metros, acelerando a 1.8 de Mach o 2.222 Km/h. A esta altura el cielo se ve más azul de lo habitual y se puede apreciar perfectamente la semicircunferencia que forma de la costa de nuestra hermosa Provincia de Buenos Aires.

Todo funcionaba perfecto, datos que eran transmitidos y copiados por el inspector en tierra. El combustible no sobra en este tipo de vuelo, debido al alto consumo provocado por el uso continuo de la postcombustión.

Acto seguido, voy poniendo viraje rumbo a Tandil siguiendo las indicaciones del GPS y comienzo a desacelerar sacando los frenos de vuelo (superficie metálica accionada hidráulicamente, la que, con un ángulo de casi de 90 grados con respecto al ala, provoca una pérdida importante de velocidad en poco tiempo), ingresando de inmediato a vuelo subsónico.

Descendemos manteniendo frenos de vuelo extendidos, perdiendo altura más rápidamente sin incrementar la velocidad, a los 15.000 pies los introducimos y colocamos virajes con 7 “g”, continuando con el chequeo de parámetros de motor. ¡¡¡El avión hasta ese momento se comportaba perfectamente!!!

 

En una coincidencia notable, nuestros archivos indican que el Mirage 5P Mara C-604 fue portada de nuestra predecesora, la revista Pista 18, posando en esta fantástica imagen de una exhibición de vuelo rasante realizada en Río Gallegos (Santa Cruz) a fines de 1996 (foto: Archivo Gaceta Aeronáutica).

Comienzo con el último chequeo previsto, el del tren de aterrizaje. Bajo la palanca de tren, espero el sonido característico que se produce cuando baja semejante fierrerio… ¡un silencio no esperado! ¡¡¡Evidentemente el tren no bajó!!!, ¡¡¡las luces de tren permanecen todas apagadas!!! y en un breve lapso de tiempo, se enciende la luz del Hidráulico 1 con su respectiva alarma sonora, indicando que estábamos en problemas, o, mejor dicho, en emergencia.

Informo al director de vuelo (piloto que se encuentra en la torre de vuelo supervisando y apoyando a los aviones en vuelo) la novedad, reporto baja presión del Hidráulico 1 e informó que procedo a bajar el tren en emergencia… ¡¡¡opción que nunca falla!

Tiro la manija del tren de aterrizaje para bajarlo en emergencia… ¡¡¡y sucede lo inesperado y por ende lo no querido!!! Nuevamente, silencio, sumado a que las luces de tren, tanto patas como tapas, seguían apagadas.

A esta compleja situación, se suma el parpadeo de la luz del Sistema Hidráulico 2+alarma sonora, hasta que luego queda encendida en forma permanente. Casualmente, el tren de emergencia utiliza presión del circuito 2 de Hidráulico y, al no existir presión alguna, ¡¡¡el tren de aterrizaje nunca iba a bajar!!!

Situación: -Sistema Hidráulico 1: luz HYD 1 encendida, baja presión hidráulica y comandos de vuelo asistidos por un depósito emergencia, que contiene 9,5 litros de líquido hidráulico. Reservorio colocado muy inteligentemente por el fabricante para mantener operativos los comandos de vuelo, ante la falla de los 2 sistemas hidráulicos. -Sistema Hidráulico 2: luz HYD 2 encendida por falta de presión hidráulica, novedad que imposibilita bajar el tren en emergencia. -Tren de aterrizaje: accionamiento normal (con Hidráulico 1) y de emergencia (con Hidráulico 2) no funcionaron, luces de tren apagadas, indicando tren arriba y tapas cerradas.

En los aviones de combate con cierta complejidad, hay poco margen para la improvisación y todo está escrito en los procedimientos de emergencia, los estudiamos de memoria como una poesía, ya que es imposible leerlos en vuelo, además de practicarlos en el simulador de vuelo con que contaba la VI Brigada Aérea.

Hasta ese momento, podría decirse, que ya había desojado varios pétalos de la margarita, ¡¡¡pero todavía quedaba uno más de acuerdo al manual del avión!!!

Pregunta: ¿El Mirage puede aterrizar sin tren? ¡Está prohibido! ¿Por qué? Esto se debe a la existencia un tanque de combustible que se encuentra en la parte ventral de la cola y aterrizar sobre el mismo causaría un incendio de magnitud y explosión segura.

Agotando hasta el último recurso

¡De acuerdo al listado de emergencias del avión, ¡¡¡hasta aquí era eyección obligada! El procedimiento previsto como maniobra de último recurso indicaba: Acelerar a 350 nudos o 650 Km/h y colocar 6.7 g (era cómo hacer un looping/rizo). Maniobra que se realiza para que el tren se destrabe y baje si está en una posición intermedia, por acción de una gran fuerza “G”.

Con mucha obediencia a lo que está escrito, repetí sobre la torre de vuelo y a la vista de todo el personal de la VI Brigada, en cinco oportunidades sin éxito alguno.

Normalmente las eyecciones son muy rápidas y el piloto no tiene mucho tiempo de pensar lo que se viene. En esta ocasión fue un caso atípico, casi 20 minutos volando, en consecuencia, un desgaste psicológico importante, ya que debía ejecutar maniobras relacionadas a la emergencia, mientras por mi cabeza pasaban imágenes, pensamientos sobre a mi familia, y la posibilidad de no verlos nunca más, ¡situación en la que es imposible no llorar!

Todo el tiempo de acuerdo a como iban sucediendo los hechos y por mi vasta experiencia en el avión, volaba sabiendo de la casi segura eyección, ¡¡¡fue la peor parte de lo vivido!!! De repente se encendió la luz de mínimo combustible, no podía continuar más en el avión, ¡¡¡era la hora de abandonarlo!!!

 
Como numeral del C-610 (derecha), un resplandeciente C-604 (izquierda) sobrevuela la X Brigada Aérea de Río Gallegos (Santa Cruz) en la ceremonia de des-activación de la unidad. Al año siguiente, sus Mirage 5P Mara se trasladaron a la VI Brigada Aérea (foto: Carlos Alberto García, 13/12/1996).

Informo a la torre de vuelo que voy a proceder a eyectarme, para lo cual, me dirijo a la Zona de Eyección Controlada (trayectoria prevista para evitar que el avión caiga en zona poblada), mantengo una velocidad de 250 nudos o 463 Km/h y una altura de 3.000 pies o 914 metros, y siempre siguiendo el procedimiento escrito, corto el motor.

Era la primera vez que no sentía ese lindo rugido que le daba empuje al avión en el aire, ¡¡¡era tan extraño todo lo que sucedía!!! El impacto de “Goose” contra la cabina y posterior muerte durante la eyección en la película Top Gun había quedado grabada en mi mente (creo que la vi diez veces), ¡ya había decidido con años de anterioridad que a mí no me iba a pasar lo mismo!

Lo primero que hice, fue eyectar la cúpula. Tire de la palanca metálica y con una rápida explosión se fue. El olor a pólvora invadió mi cabina, para luego sentir el ruido del viento que pasaba sobre el parabrisas sin impactar sobre mi cara. Con la mano izquierda sostengo el comando del avión manteniendo la velocidad de planeo con las alas niveladas, acomodo mi columna vertebral recta pegada al asiento mientras que con la derecha tiro fuertemente de la manija de eyección superior.

El segundo que tarda en accionarse el motor cohete fue eterno, ¡cuando pensé que el motor cohete no funcionaba, de repente! Sentí el rigor de las 12 “g” progresivas en mi cuerpo y de allí en más fue todo un sueño, la oscuridad de la seminconsciencia y un fuerte dolor en la espalda me invadió, la cantidad de gravedades que fueron aplicadas en mi cuerpo provocó que mi cerebro quedara vacío de sangre afectando los cinco sentidos, los que perdí transitoriamente y de forma instantánea, ¡¡¡todo un sueño en la oscuridad!

Sin sentirlo ni saberlo, el asiento junto a mi cuerpo vacío de fuerza sujeto al asiento por acción de los arneses se elevó, el motor cohete había funcionado a la perfección expulsándome desde el cockpit al espacio, los giros cesaron por acción del paracaídas extractor. De allí en más comenzó la caída, el paracaídas principal se abrió de inmediato por obra y gracia de las capsulas aneroides, instaladas en el sistema de eyección para detectar una altura inferior a los 3000 metros (donde el piloto puede respirar oxígeno exterior sin ayuda del sistema de emergencia adosado al asiento). En este momento se produce la separación del asiento de metal, quedando sujeto al paracaídas por medio de los arneses, unido a una soga con el bote salvavidas/equipo de supervivencia y respirando oxígeno de ese bello cielo azul.

Cuando la sangre fue regresando a la cabeza ante la ausencia de gran cantidad de fuerza “g”, lo primero que recuperé fue el oído, escuchando el impacto del viento contra el velamen del paracaídas, primera señal que no era un sueño, ¡estaba vivo gracias a Dios y a la Virgen de Loreto que siempre nos protege!

Luego recuperé la vista y con ello vino el regreso de la conciencia situacional, el rompecabezas de mi mente se estaba armando, me invadía la alegría, seguía avanzando en el “Juego de la Vida”. ¡Pero el final de esta historia todavía no estaba resuelto!

 
Tras su llegada al país, el Mirage 5P de esta historia recibió la matrícula C-404 y operó con la VI Brigada Aérea con su esquema mimetizado original peruano y marcas argentinas. Tras su re-configuración como Mirage 5P Mara, adoptaría un esquema de pintura sin marcas de nacionalidad o unidad tan vistosas como estas (foto: Carlos Ay, Tandil, 09/07/1985).

Colgando de un paracaídas que nunca había aprendido a usar, tiritando de frío, lo primero que hago es ver donde estoy cayendo. Tenía que evitar caer sobre árboles o agua para minimizar los daños físicos en la caída.

El paracaídas se bamboleaba por acción del impacto del viento con el bote salvavidas. En la proyección de mis pies veo solo tierra, es decir que no necesito nada que me permita flotar, agotando parte de la cuota de lucidez que me quedaba, procedo a desabrochar la hebilla que me unía a los elementos del equipo de supervivencia que me producían movimiento no deseados. De allí en más se normaliza mi caída.

Por suerte, mientras voy cayendo observo debajo de mis borceguíes marrones un campo arado, la mejor opción para impactar contra el terreno. ¡Otra a favor!, escucho el sonido del helicóptero salvador, al que no veía, pero sabía que me iba a rescatar de inmediato.

La próxima prueba a superar era todo un enigma, nunca me había tirado en un paracaídas.  Abocado a calcular el momento de impacto y tratar de amortiguar el fuerte golpe con la tierra, no llegue a razonar que este era un paracaídas muy pequeño y que caía bastante rápido.

Mi método de cálculo fue poner la vista en el horizonte para apreciar la cercanía al piso y amortiguar el impacto en el aterrizaje, pero fue inútil. Cuando creía que todavía quedaba algo de altura, choqué violentamente contra el piso, mis rodillas pegaron contra mi mandíbula, quedando desparramado en el piso con un dolor intenso en el omóplato derecho.

Volver a vivir

Como pude, desabroche la hebilla que me unía al paracaídas, momento en que aterrizaba el helicóptero de búsqueda y salvamento, comandado por el Teniente Ferrari que me llevaría de la manera más rápida a la VI Brigada Aérea. Mientras íbamos aproximando, en silencio, todavía aturdido por todo lo que había pasado, observo un nutrido comité de bienvenida.

Al bajar me abrazo muy fuerte con el primero que encuentro, y de inmediato comienzo el llanto desconsolado, celebrando de una manera no muy ortodoxa la nueva oportunidad que Dios me brindaba de seguir con vida y de continuar disfrutando de mi familia.

 
Nuestra imagen de primera plana ilustra artísticamente el momento en el que el autor salió expulsado del cockpit del Charlie Seis Cero Cuatro acelerando progresivamente hasta las 12 “g” (foto edición: Carlos Ay).

De inmediato partimos para el Grupo Aéreo, brindis y luego rumbo a la ciudad al encuentro más deseado, con mi esposa e hijos. En breve me dirijo a una clínica donde me practican un chequeo médico general, donde no se observó nada para tener que internarme. Los eyectados nacen dos veces y este día fue la segunda vez para mí, realmente somos unos privilegiados.

Como es tradicional, mi familia junto al resto de camaradas y esposas, nos reunimos en mi casa a festejar el nuevo nacimiento con soplada de velita. A la semana siguiente, psicofísico con Comité de Accidentes incluido, los que determinaron: interacción cuerpo/cerebro en un estado óptimo y, en apenas 15 días, abordo de otro M-5 Mara, cero kilómetro, surcaba nuevamente el cielo argentino, feliz de pertenecer a la Fuerza Aérea Argentina, gritando nuevamente: “¡¡¡No hay quien pueda!!!”

Fuente: gaceteaeronautica.com