14 de marzo de 2020
UNO DE LOS EPISODIOS MÁS NEGROS DE LA II GUERRA MUNDIAL: 350.000 ALEMANES ASESINADOS POR LOS ALIADOS
Durante
los últimos ocho meses de la guerra, el Mariscal Arthur "Bombardero"
Harris siguió atacando objetivos civiles alemanes. Casi un siglo después, nadie
es capaz de defenderle
Las
ruinas de Dresde, retratadas en 1995. (Cordon Press)
Por Héctor G. Barnés
“Supongo
que está claro el objetivo de los ataques: la población civil enemiga, y no las
fábricas y astilleros”. Estas son las palabras que Charles Portal, jefe del
Estado Mayor del Aire de Gran Bretaña, remitió a Norman Borromley en febrero de
1942, justo antes de la aprobación de la directiva que daba inicio al bombardeo
de la aviación británica sobre suelo alemán. Uno de los episodios más negros de
la Segunda Guerra Mundial, que entre marzo de aquel año y abril de 1945 dejó
alrededor de 350.000 civiles muertos, además de la destrucción de entre 50 y
60% de las áreas urbanas alemanas.
Entre
todos los episodios de destrucción, quizá Dresde sea el ejemplo más conocido.
No se trata del único, ni mucho menos. El principal objetivo de estos ataques
eran los núcleos urbanos, y de esa forma desaparecieron bajo el fuego de la RAF
las calles de urbes como Colonia, Düsseldorf, Duisburg, Essen, Lübeck,
Fráncfort o Hamburgo, donde se calcula que en la Operación Gomorra murieron
alrededor de 42600 civiles y otras 37000 personas quedaron heridas. Entre los
artífices de la esta campaña de bombardeo de área se encontraba el propio
Portal, pero, sobre todo, Arthur “Bombardero” Harris, Mariscal de la Royal Air
Force y un firme defensor de la estrategia de “ataque total”, especialmente
durante los muy discutibles ocho últimos meses. Winston Churchill observaba
desde las bambalinas.
El
Escuadrón de Bombarderos de élite número 5 era capaz de arrasar el centro
urbano de una ciudad en apenas media hora en mitad de la noche
Lo
pone de manifiesto una investigación realizada por Paul Sanders de la francesa
Escuela de Negocios NOEMA y Keith Grint de la Escuela de Negocios de Warwick
que analiza estos bombardeos desde la perspectiva de la ética del liderazgo. Si
bien los ataques aéreos de entre 1942 y 1944 podían resultar “éticamente
discutibles pero necesarios políticamente”, los que tuvieron lugar entre
septiembre de 1944 y abril de 1945, ese “crescendo final” en palabras de los
autores, tiene mucha menos justificación, ni siquiera desde una perspectiva
utilitarista. Fue un ataque a gran escala, con dos tercios de los bombarderos
ingleses destinados a bombardear las ciudades alemanas. En algunos casos, como
ocurría con el Escuadrón de Bombarderos N° 5, capaces de destruir un centro
urbano completo en apenas media hora.
¿Para
qué sirvieron los bombardeos?
El
plan para bombardear Alemania se puso en marcha en septiembre de 1941, no con
el objetivo de dañar objetivos militares o industriales (“según se suele
pensar”, como matizan los autores) sino de bajar la moral de los civiles. Un
objetivo muy difícil de cuantificar. No obstante, había otras razones por las
que parecía necesario atacar suelo alemán. Por ejemplo, sostener la gran
alianza con la URSS: para Stalin, el bombardeo de su nuevo enemigo era la mejor
muestra de la buena fe inglesa, y un necesario movimiento geoestratégico para
abrir un nuevo frente que les aliviara. En este caso, en el propio patio
trasero de los alemanes, que debería dedicar gran parte de recursos
(principalmente de su Fuerza Aérea, la Luftwaffe) a combatir esta amenaza.
Colonia
fue una de las ciudades más afectadas. (Cordon Press)
No
es que en esos primeros compases de la guerra no se planteasen reservas. Es
conocido que Winston Churchill se preguntó “¿somos unos monstruos?” después de
ver imágenes de las ruinas de ciudades alemanas en 1943. No obstante, parecía
estratégicamente necesario. El procedimiento empleado por la Fuerza Área
liderada por Harris era el siguiente: una primera incursión de bombas de
demolición que propiciase el pánico entre la población, limitaba el margen de
maniobra de los servicios de emergencia y allanaba el terreno para la
propagación del fuego. A continuación, se lanzaban bombas incendiarias, cuyos
pequeños incendios terminaban resultando difíciles de eliminar. Las primeras
ciudades en experimentar este ataque fueron Lübeck y Rostock, y a lo largo de
los dos años siguientes, el procedimiento se fue perfeccionando mientras caía una
ciudad tan otra.
Fue
la medieval ciudad de Colonia la primera gran víctima de este bombardeo mixto,
durante la noche del 30 de mayo de 1942. Murieron alrededor de 500 personas,
pero otras 45000 quedaron sin hogar. No hay muchos testimonios de los supervivientes,
como recordaba W. G. Sebald en “Sobre la historia natural de la destrucción: “A
causa de un acuerdo tácito no había que describir el verdadero estado de ruina
material y moral en que se encontraba el país”. Después de Colonia, llegaron
Hamburgo y la Operación Gomorra, Kassel (10.000 muertos), Darmstadt (12.500),
Swinemünde (23.000) o la ya citada Dresde. Los constantes bombardeos sobre
Berlín serían el objetivo final.
Bonn,
Konigsberg o Hilbronn fueron eliminadas rápidamente. Tanto era así que, en
cuestión de meses, Harris ya no sabía qué bombardear
La
gran pregunta, no obstante, es qué se ocultaba detrás de la aniquilación de los
últimos meses de la contienda, y si de verdad era necesaria tal campaña de
destrucción sistemática. Para Harris sí. En su opinión y en la de sus
lugartenientes, la guerra podía terminar sin la invasión de territorio alemán,
simplemente a través de bombardeos continuos que forzasen la rendición. Como
explican los autores del trabajo, el Mariscal consideraba que tenía la bala de
oro y que “la victoria final dependía de que sus bombarderos acabasen con lo
que restaba de las ciudades alemanas”. Sin embargo, la mayoría de esas ciudades
ya habían sido reducidas a ruinas. Pero eso, para Harris en particular y los
aliados en general, no parecía ser suficiente.
Una
venganza velada
La
campaña que se puso en marcha durante el otoño de 1944 fue letal, animada por
el deseo de los aliados de atisbar cuanto antes el fin de la guerra: el 75% de
las bombas lanzadas sobre Alemania fueron tiradas en esos meses que siguieron a
la liberación de Francia. Bonn, Königsberg, Hilbronn o Karlsruhe fueron
eliminadas rápidamente. Tanto era así que, en cuestión de meses, Harris ya no
sabía qué bombardear. Hubo mucho más después de Dresde, en febrero de 1945:
pequeñas localidades o ciudades universitarias recibieron el “tratamiento
Dresde”. Es el caso, por ejemplo, de Pforzheim, que el 23 de febrero de 1945
fue destruida en un 83% y perdió una tercera parte de su población. 17.600
personas murieron en el ataque.
Dos
ancianos alemanes en Berlín, en mayo de 1945. (Cordon Press)
¿Era
necesaria esta ofensiva aérea sobre objetivos ya no estratégicos? Es una de las
grandes preguntas sobre la discutible estrategia de los aliados en los compases
finales de la guerra, que no siempre ha sido cómodo responder. El propio
Churchill, que en febrero de 1942 y ante una serie de derrotas se mostró
favorable a que Harris tomase las riendas y bombardease los núcleos urbanos,
empezó a sospechar, especialmente después del episodio de Dresde, que aquello
de aniquilar a la población civil una vez la guerra parecía destinada a
terminar pronto no era lo más ético… ni un buen argumento cuando llegase el
momento de ser juzgados por la historia.
“La
escalada de bombardeos urbanos durante los últimos ocho meses de la guerra no
tenía una justificación moral convincente, ni siquiera desde una perspectiva
utilitarista: era un desperdicio de recursos, de las vidas de los pilotos
británicos y de los civiles enemigos, así como de la posibilidad de poner un
fin temprano a la guerra”, concluyen los autores. ¿Qué provocó, por lo tanto,
que se le volviese a dar carta blanca a Harris después de todo lo que había
hecho? Quizá “motivos más oscuros”, como la venganza… Un precio que terminaron
pagando miles de civiles alemanes, olvidados por la historia salvo contadas
excepciones. Una vergüenza, incluso en el contexto extremo de la Segunda Guerra
Mundial.
Fuente:
https://www.elconfidencial.com