Por Gueorgi
Nadezhdin
Cuando
el 1 de noviembre de 1977 despegó el primer vuelo comercial de un avión
supersónico, los pasajeros a bordo no sabían el riesgo que corrían. La historia
del Tu-144 es un ejemplo de lo que ocurría en la Guerra Fría, cuando la URSS y
Occidente luchaban con todos sus recursos por la supremacía tecnológica, sin
importarles el riesgo en que ponían a la población civil ni el precio de los
proyectos.
Nikita
Jrushchov tuvo la idea de construir un avión civil que rompiera la barrera del
sonido en 1961, durante un espectáculo aéreo en Moscú. El líder soviético vio
en el aire los bombarderos supersónicos Tu-22 y le dijo a Andréi Túpolev, el
legendario diseñador aeronáutico soviético, que estaba a su lado: “Andréi
Nikoláievich, ¿podrías transportar personas en vez de bombas?”.
Resultó
que el ingeniero ya había estado trabajando en un nuevo avión que podría llevar
a otro nivel a la ciencia y tecnología soviéticas. Para Jrushchov el nuevo
avión era una manera de demostrar la superioridad del sistema soviético, así
que dio luz verde a los ingenieros.
El
problema era que Occidente ya estaba trabajando en un nuevo aparato supersónico
que se parecía mucho al que Túpolev tenía en la cabeza. Ingenieros británicos y
franceses habían unido esfuerzos para crear el Concord, una avión que
demostraría la superioridad occidental en el aire. Los soviéticos no podían
permitir que eso pasase.
Trabajar
bajo presión
En
julio de 1963, cuando la dirección soviética promulgó un decreto que ordenaba a
Túpolev a construir y probar su nuevo avión cuanto antes, los ingenieros
soviéticos se dieron cuenta de la enorme presión que había sobre ellos.
Para
Jruschov, lo que estaba en juego era el prestigio del país y el Partido pidió a
Túpolev que tuviera listo el avión para finales de 1968.
“La
presión aumentaba. A medida que se acercaba Año Nuevo, entre los ingenieros, se
creó un ambiente lleno de ansiedad. ¿Volará o no?”, recuerda Vladímir Bul, uno
de los diseñadores.
El avión supersónico soviético Tu-144 de Aeroflot.
Todo estaba listo y el pésimo tiempo meteorológico solamente mejoró el 31 de diciembre de 1968, el último día según el límite marcado por el Partido Comunista.
“No te
olvides de cantar una canción por el camino”, le dijo Túpolev al piloto de
pruebas que iba a volar la nueva máquina en unas condiciones meteorológicas
que, en otras circunstancias, habrían provocado problemas para realizar el
vuelo de prueba. Pero no había tiempo para poder retrasarlo.
A pesar
del tiempo el primer vuelo fue todo un éxito del que los mandatarios soviéticos
hablaron con orgullo en el extranjero. Incluso el director de Pan American
Airways se quedó “muy muy impresionado” por el logro soviético y consideró
adquirir el avión para el mercado estadounidense.
El
Concord tuvo su primer vuelo de prueba en marzo de 1969 pero lo que realmente
importaba a los mandatarios soviéticos es que fuera varios meses después.
El
arriesgado vuelo
Se
realizaron varias pruebas más y finalmente se concluyó que el avión era lo
suficientemente seguro como para transportar pasajeros de manera regular.
El 1 de
noviembre de 1977 Borís Bugáiev, ministro de Aviación, fue al aeropuerto de
Domodédovo a presenciar el primer vuelo comercial del avión supersónico Tu-144
con pasajeros a bordo. Bugáiev había sido ministro desde 1970 y un crítico
feroz del excesivamente caro proyecto del Tu-144, que para ese momento había
perdido ya a su principal defensor, Nikita Jrushchov.
En
cualquier caso, el avión despegó y aterrizó en Alma-Ata, en el Kazajistán
soviético y a una distancia de 3.200 km, tan solo dos horas después. Miembros
del Partido y periodistas recibieron a los alegres pasajeros.
Aunque
ninguno de ellos sabía el peligro por el que acababan de pasar. Resultó que la
autonomía de vuelo era 1,5 veces menor de lo que se esperaba.
Expertos de la fábrica de Vorónezh durante el ensamblaje del Tu-144.
“Los pilotos solían decir que pilotar un Tu-144 era como besar un tigre”, recuerda Vladímir Potiomkin del Ministerio de Aviación Civil de la URSS. Si el aeropuerto de Alma-Atá llega a rechazar por alguna razón el aterrizaje y la única pista de Tashkent se hubiera cerrado por alguna causa, entonces los pilotos se habrían quedado solos con un avión que estaba perdiendo combustible y no tenía donde aterrizar.
Un año
después, en 1978, los ingenieros soviéticos hicieron una nueva prueba para
probar nuevos motores y prolongar la autonomía del aparato. La prueba salió mal
y el avión se estrelló provocando la muerte de los dos ingenieros de vuelo que
había a bordo. Los líderes soviéticos, que veían lo costoso que era el
proyecto, utilizaron este accidente como pretexto para cesar los vuelos
comerciales semanales de este avión supersónico.
La vida
del Concord se prolongó dos décadas más. Aunque ninguna aerolínea podía
permitirse pagar los 350 millones que los diseñadores se habían gastado en cada
aparato. Así, los 12 aviones se entregaron de manera gratuita a Air France y
British Airways.
Un
desastre ocurrido en el año 2000 fue el tiro de gracia para el Concord. El avión
supersónico se estrelló a las afueras de París y murieron los 113 pasajeros que
había a bordo.
El
final de la Guerra Fría acabó con los proyectos demasiado caros que no traían
beneficios económicos. El Tu-144, orgullo de la URSS, y el Concord, muestra de
la cooperación franco-británica, se retiraron. Se han convertido en piezas de
museo y monumentos, testimonio de una época en el que las fricciones políticas
impulsaban la tecnología más allá de su desarrollo natural.
Fuente:
https://es.rbth.com