Marina
Popóvich fue capaz de convertirse en una destacada piloto militar, escritora e
incluso poeta. Lo único que no logró conquistar fue el espacio.
102 récords mundiales, 5.600 horas de vuelo, la capacidad de pilotar 40 tipos de aviones y helicópteros, un doctorado en ingeniería, 15 libros escritos, incluida una colección de poemas: todo esto lo consiguió una de las mujeres piloto más famosas de la URSS de posguerra, Marina Lavrentievna Popóvich, también conocida como "Madame MiG".
Popóvich
(de soltera Vasilieva) nació en una familia de músicos, pero desde su infancia,
en tiempos de guerra, soñaba con la aviación militar: "Nos bombardeaban
constantemente, entonces veía el horror de la guerra... Recuerdo, como en mis
ojos los fascistas en los aviones disparaban y perseguían a la chica, que
llevaba agua en cubos, el horror... Y quería ser piloto, pensando, que sólo en
avión se puede ahuyentar a los fascistas. El tiempo pasó... Mientras crecía, la
guerra terminó, no había fascistas, pero el deseo de aprender a volar se
mantuvo".
Marina
sintió las dificultades de su deseo casi de inmediato: con su altura de un
metro y medio no podía ingresar en el club de vuelo. "Mis piernas no
llegaban a los pedales", recordaba: "Entonces me propuse estirar las
piernas. Encontré unos vadeadores de escalada y pedí que me suspendieran boca
abajo. Como resultado, o bien crecí (tenía 16 años) o mis lecciones me
ayudaron, pero mi altura aumentó a 1,61 metros y el camino hacia el club de
vuelo se abrió. Al principio hacía paracaidismo y luego empecé a volar".
Un solo
club de vuelo no era suficiente para la joven, quería entrar en una escuela de
aviación. El único problema fue que dejaron de aceptar mujeres en la escuela de
vuelo tras el final de la guerra. Popóvich acudió personalmente al Presidente
del Consejo de Ministros de la URSS, el Mariscal Kliment Voroshilov, y le
convenció de que le diera una oportunidad. En 1954, Marina se graduó con
honores en la escuela técnica de aviación de Saransk como piloto instructor.
Entrar
en la aviación militar de reactores, con sus pesadas sobrecargas, era una tarea
casi imposible para una chica, pero Popóvich también lo superó. En 1961 se
convirtió en la primera mujer soviética en ser piloto de pruebas de primera
clase.
Entonces,
la ambiciosa muchacha, que para entonces se había casado con el cosmonauta
Pável Popóvich, decidió conquistar el cosmos. Esta vez, sin embargo, la fortuna
la rechazó. Creía que no la habían aceptado en el cuerpo de cosmonautas porque
no sabía nadar en absoluto y, además, ya tenía un hijo entre manos.
"Marina, no vayas al espacio", la tranquilizó el cosmonauta Guerman
Titov, "haremos un vuelo y nos quedaremos sentados en tierra".
Popóvich
no iba a quedarse de brazos cruzados. En 1964 fue la primera mujer que rompió
la barrera del sonido en el MiG-21, por lo que la valiente piloto fue apodada
"Madame MiG" en la prensa occidental. A continuación, los registros
se sucedieron uno tras otro, hasta superar el centenar. Al mismo tiempo, no
solo volaba en cazas de alta velocidad, sino también gigantes como un avión de
transporte pesado AN-22 "Antey".
Más de
una vez Marina estuvo al borde de la muerte: "Una vez en el despegue falló
el postquemador del motor del MiG-21... el avión se cayó en el despegue, la
linterna (parte transparente de la cabina) se atascó. Un milagro me salvó:
consiguieron romper la cabina, me sacaron del avión en llamas... Al principio
no tuve ningún miedo. Pero por la noche, al revivir de nuevo el vuelo en mis
sueños, grité. Por la mañana fui al hospital, pero tres días después me
recuperé y volví a volar”.
Tras
jubilarse, Marina Popóvich retomó la pluma. Fue coautora de una docena de
libros dedicados a la aviación, escribió guiones para varias películas y
publicó una colección de sus poemas. Varias de sus obras están dedicadas a la
ufología, que apasiona a "Madame MiG". "Los fenómenos anormales
poco explorados se han convertido en mi segundo amor después del cielo",
confesó.
Fuente:
https://es.rbth.com