11 de marzo de 2020
A 75 AÑOS DEL ATAQUE JAPONÉS A PEARL HARBOUR: TRAICIONES Y VENGANZAS DEL PRINCIPIO DEL FIN DE LA SEGUNDA GUERRA
Aunque
forzado a entrar en la guerra por ese desastre, el papel de los Estados Unidos
fue decisivo para la victoria aliada contra Alemania, Italia y Japón. El Eje
nazifascista que pretendía reinar mil años
Por
Alfredo Serra
Faltan
apenas diecisiete días para la Navidad de 1941.
Nueva
York tirita de frío, adorna sus pinos, enciende sus luces y agota sus tiendas.
Regalos
para todos.
Villancicos
en las esquinas.
El
"jooo… jooo… jooo" de cada Papa Noel.
Pero
hay otra negra, sangrienta cara de la moneda.
El
primer día de septiembre de 1939, tropas nazis entraron en Polonia a sangre y
fuego. La Segunda Guerra Mundial se cernía sobre el mundo, apenas dos décadas
después de la Primera (1914-1918).
Sus
25 millones de muertos, entre soldados y civiles, no bastaron como escarmiento
ni garantía de paz.
Y
en ella, Estados Unidos había pagado su diezmo: pese a la neutralidad decidida
por el presidente Thomas Woodrow Wilson, presionado por las provocaciones
contra su país, le declaró la guerra a Alemania el 2 de abril de 1917, un año y
casi siete meses del final: 11 de noviembre de 1918.
Victoria
de los países aliados contra el Imperio Alemán, el Imperio Austrohúngaro, y el
apoyo de Bulgaria y Turquía.
Costo
de vidas norteamericanas: 116.516.
Vista
aérea de la base naval de Pearl Harbour, al comienzo del ataque japonés (US
Navy)
Pero
ese 7 de diciembre no nieva en Pearl Harbor, Hawái, base de la flota US Navy
del Pacífico: uno de los paraísos en la Tierra.
Además,
es domingo.
A
las 8 de la mañana, casi todos duermen, muchos desayunan, y en los buques, la
tropa asiste al izamiento de la bandera, coronado por un marcial toque de
trompeta.
Luego,
vestidos íntegramente de blanco, uniforme de verano, algunos irán a misa, y más
tarde se encontrarán con sus novias.
Otro
domingo feliz.
No
muy lejos de la bahía, a las 7.02, los soldados de guardia Joseph Lockard y
George Elliot están a punto de cerrar la estación móvil de radar (nueva y a
prueba), instalada en la cumbre de la colina Kahuku Point: 75 metros de altura.
Pero un minuto antes ven manchas en la pantalla.
Al
principio creen que es una falla del radar, pero luego advierten que son 50
aviones que vuelan hacia la bahía, y están ya a menos de medio centenar de
kilómetros.
Alarmados,
llaman al teniente de guardia Kermit Tyler: nuevo, con poca experiencia de
controlador, y solo: sus otros compañeros están desayunando.
Tyler
les dice: "No se preocupen. Deben ser doce bombarderos B–17 nuestros que
están por llegar. Apaguen el radar".
A
las 7.49, el comandante japonés y as de la aviación Mitsuo Fuchida, jefe del
escuadrón y de las dos oleadas del inminente ataque, transmite las palabras
clave a su alto mando: "Tora, Tora, Tora" (tigre).
Significa:
"El ataque ha empezado".
A
las 7.58 caen sobre Pearl Harbor las primeras bombas, torpedos y ráfagas de
metralla.
Desde
uno de los barcos, el Arizona, casi en llamas, parte un dramático mensaje
general: "¡Ataque aéreo! ¡No es una práctica!".
El
Infierno acaba de abrir sus puertas.
Una
gigantesca nube de aviones japoneses (¡353!) oculta el sol, vomita toda su
carga letal sobre la flota anclada, y dos horas después retorna a los seis
portaviones–madre.
Desde
el aire, la escena es dantesca.
Los
incendios y las explosiones en cadena parecen eternos.
Las
calles están sembradas de cadáveres.
La
hora del balance llega entre lágrimas, luto, asombro, desconcierto.
Pérdidas
norteamericanas:
Acorazados:
Arizona:
hundido. Sus restos son un homenaje a los caídos.
Oklahoma:
hundido. Reflotado en 1943 y vendido para desguace en 1946, se hundió camino
del astillero.
West
Virginia: hundido por dos bombas y cinco torpedos. Reflotado, volvió al combate
en 1944.
California:
hundido por dos torpedos y una bomba. Reflotado, volvió al mar en 1944.
Nevada:
intentó salir del puerto, pero lo alcanzaron un torpedo torpedo y tres bombas.
Su comandante lo varó para que no obstruyera el canal de acceso. Reparado en
1943.Pennsylvania: buque insignia de la flota del Pacífico. Estaba en dique
seco. Daños menores.
Maryland:
dos bombas. Muy pocos daños. Volvió a navegar dos meses después. Tennessee:
averías menores.
Los
cruceros Downes y Shay, con daños severos tras el ataque.
Cruceros:
Helena:
impacto de torpedo. Reparado, volvió al mar seis meses después
Honolulu:
averías en casco y cubierta. Reparado en seis meses.
Raleigh:
averiado por torpedo y onda expansiva de bomba. Volvió al combate en 1942.
Destructores:
Cassin: serios daños por bombas e incendios. Reconstruido, volvió a operar en
1944.
Downes:
daños similares al Cassin. Reconstruido. Volvió al mar en 1943.
Shaw:
averiado por tres bombas. Reparado. Retornó a los seis meses.
También
soportaron bombas y torpedos el minador Oglala (reflotado en 1943), el buque de
reparaciones Vestal y el buque blanco Utah (hundido).
Aviones
destruidos: 188. Casi todos los que estaban en tierra.
Y
lo peor:
Muertos:
2.403.
Heridos:
1.178.
Por
fortuna, los japoneses cometieron un gran error: no atacaron la central
eléctrica, el astillero, las instalaciones de mantenimiento, los depósitos de
combustibles y de torpedos, los muelles de submarinos, el cuartel general y la
sección de Inteligencia.
Perdieron
29 aviones y cinco minisubmarinos.
Bajas
entre muertos y heridos: 65.
Un
marino japonés capturado.
Al
día siguiente, el presidente Franklin Delano Roosevelt, en cadena, con sus
piernas sostenidas por flejes de acero a raíz de la poliomielitis, lanzó 31
palabras históricas:
"Ayer,
siete de diciembre de 1941, una fecha que vivirá en la infamia, Estados Unidos
de América fue atacado repentina y deliberadamente por fuerzas navales y aéreas
del Imperio de Japón".
Y
le declaró la guerra al Eje.
El
acorazado California, incendiado tras el ataque (US Navy)
Era
exactamente lo que Japón quería.
Para
debilitar su poderío, avanzar en su plan de invasión del sudeste asiático, y
ampliar su territorio.
Pero
mientras militares y pueblo celebraban el éxito del ataque, sólo una voz
tembló: la del almirante y comandante de las Fuerzas Combinadas Japonesas
Isokuro Yamamoto (1884-1943).
A
pesar de ser el ideólogo del ataque a Pearl Harbor (empezó a urdirlo en abril,
ocho meses antes), no tardó en comprender el error con otras palabras tan
premonitorias como históricas:
"Hemos despertado a un gigante dormido".
El
ataque a traición (sucedió al mismo tiempo que en Washington dos embajadores
japoneses esperaban ser recibidos para negociar un alto en las tensiones de
ambos países), fue un acto preventivo bélico-político: "torear" al
país de las barras y estrellas y arrastrarlo a su terreno.
Error
de cálculo: creer que, como socio del Eje (Alemania, Italia y Japón), Hirohito,
Hitler y Mussolini llegarían a ser los amos del planeta…
Pero
después de los gruesos errores del ataque a Pearl Harbor, Yamamoto enfrentó al
Estado Mayor y explicó crudamente que Pearl Harbor había sido una victoria a lo
Pirro: "Señores, nada hay que festejar. Dos mil americanos muertos y unos
cuantos barcos hundidos significan muy poco. Lo más grave: no hemos hundido un
solo portaviones, el arma más poderosa del enemigo. Mientras en las fábricas
norteamericanas se producen trescientos aviones de combate por día… ¡nosotros
apenas producimos treinta! Y para peor, después de Pearl Harbor llegará la hora
de la venganza".
El
acorazado West Virginia fue hundido por el ataque japonés y luego reflotado.
Volvió a navegar. (AP)
Yamamoto
fue un caso curioso.
Estudió
en Harvard.
Vivió
en los Estados Unidos y lo admiraba.
Era
devoto de Abraham Lincoln.
Luego
de retirarse quería vivir en Montecarlo "para poder apostar en el casino,
porque un hombre no puede vivir sin apostar".
Pero
no pudo.
El
18 de abril de 1943, mientras volaba sobre la isla Buin, de Papúa Nueva Guinea,
en gira de inspección de las tropas japonesas en el Pacífico, su avión fue
derribado, cayó en la selva, y el súper almirante, herido, murió poco después.
Se dice que lo abatió un avión norteamericano en la llamada "Operación
Venganza" por haber ordenado la masacre de Pearl Harbor.
Al
parecer, Yamamoto envió por cable a sus oficiales los detalles de la gira,
codificados, y el cuerpo norteamericano de decodificadores –clave durante toda
la guerra– descifró el mensaje. Se dice
que uno de los ayudantes de Yamamoto, al enterarse del envío del cable, dijo
"¡Qué terrible estupidez!".
Un
error increíble tratándose del mayor estratega nipón.
Como
tantas veces, el hilo se cortó por lo más delgado…
Pocas
veces en su historia el pueblo norteamericano se enfureció tanto.
El
desastre de Pearl Harbor, su artero ataque, la clara traición (ni los dos
negociadores japoneses en Washington sospechaban lo ocurrido), desataron un
feroz espíritu bélico casi desconocido desde la guerra civil Norte contra Sur
(1861 a 1865).
Un
bombardero japonés sobre Pearl Harbour, mientras el humo negro ya sale de los
barcos estadounidenses (AP)
La
declaración de guerra movilizó a toda la nación. En las fábricas de aviones y
de armas trabajaron sin descanso hombres y mujeres.
Sin
la campaña norteamericana en Italia, su llegada a Francia y la "Operación
Overlord" (la mayor invasión por mar de la historia: tres millones de
soldados cruzaron desde el Canal de la Mancha hasta las playas de Normandía),
la guerra se habría extendido varios años más.
Sucedió
el 6 de junio de 1944. Su máximo comandante: el general norteamericano Dwight
Eisenhower, que decidió la fecha contra viento y marea. No es retórica: el mal
tiempo pudo retrasar la colosal puesta en escena, pero el súper comandante se
jugó a todo o nada…
Pero…¿cómo
se tejió el ataque a Pearl Harbor, principio del fin de Alemania, Italia y
Japón?
A
través de una compleja trama.
Empezó
en julio de 1940 con un golpe de Estado: militares y políticos japoneses
partidarios de la alianza con la Alemania nazi y la Italia fascista derriban al
primer ministro Mitsumasa Yonai, enemigo de ese pacto.
Lo
reemplaza el general Hideki Tojo, primera espada del emperador y líder del
ultranacionalismo belicista japonés.
En
adelante, el reloj y el almanaque caminan hacia la tragedia.
Japón
ocupa la Indochina francesa.
Se
firma la alianza Alemania–Italia–Japón: el temible Eje nazifascista que
ensangrentará al mundo.
Estados
Unidos, por orden de su presidente, Franklin Delano Roosevelt, responde a la
invasión a Indochina embargando el petróleo y la chatarra que Japón necesita
para su industria bélica: el 90 por ciento del petróleo lo exporta el Tío Sam.
En
medio de una conferencia de enlace para apaciguar el clima bélico, el canciller
japonés anuncia que su país atacará Singapur "por orden de Hitler".
Aunque
algunos sectores políticos moderados de Japón tratan de evitar un choque contra
Estados Unidos, secretamente se ha decidido ya el ataque a Pearl Harbor.
El
aire es denso.
Según
encuestas hechas no mucho antes del ataque, el 52 por ciento de los
norteamericanos esperaba una guerra con Japón, contra un 27 de incrédulos y un
21 sin opinión.
Las
bases militares norteamericanas en el Pacífico fueron puestas bajo alerta
muchas veces. Pero los señores de la guerra con tres o cuatro estrellas en el
casco creían que el primer objetivo japonés serían las Filipinas. Otro error en
la larga cadena de equívocos…
El
26 de enero de 1941, Cordel Hull, Secretario de Estado norteamericano, recibió
un telegrama urgente de Joseph Grew, su embajador en Japón.
El
telegrama, que puede leerse en el archivo de documentos diplomáticos de la
Universidad de Wisconsin, dice: "Mi colega peruano le informó a un miembro
de mi personal que oyó de varias fuentes, incluida una de Japón, que los
militares de ese país planean, en caso de dificultades entre ambas naciones, un
ataque masivo sorpresa contra Pearl Harbor, usando toda su capacidad
militar".
Casi
siete meses después, sucedió.
El
embajador peruano, Ricardo Rivera Schreiber, juró que el telegrama pasó por las
manos de los más altos jefes militares de las tres fuerzas… pero ninguno lo
tomó en serio.
Y
hasta reveló su fuente principal: el traductor japonés Yasukisu Suganuma, primo
de un funcionario del Ministerio de Marina japonés "muy poco
discreto", que le narraba los preparativos militares del Imperio.
Otra
vez el hilo se cortó por lo más delgado…
Telón.
Hitler
se suicidó el 30 de abril de 1945.
Alemania,
cabeza del Eje, se rindió el 7 de mayo: una semana después.
Pero
Japón siguió combatiendo en las islas del Pacífico: decisión suicida de los
mandos ultranacionalistas, que aun creían posible la victoria a pesar del
desastre sufrido en la batalla de Midway.
El
fin llegó, trágico, desde el aire.
El
6 y el 9 de agosto de 1945, dos bombas atómicas arrasaron Hiroshima y Nagasaki:
más de 100 mil muertos, y gravísimas secuelas.
El
emperador Hirohito anunció la rendición incondicional de Japón, por radio,
pocos días después: el 15 de agosto.
El
acta de capitulación se firmó el 2 de septiembre a bordo del acorazado
Missouri.
A
exactos tres años y 96 días del ataque a Pearl Harbor.
Fuente:
https://www.infobae.com