Por
Jorge Álvarez
En un
artículo anterior vimos cómo Estados Unidos fundó y desarrolló en 1942 el WASP
(Women Airforce Service Pilots), un cuerpo de mujeres aviadoras que se ocupaba
de realizar vuelos de transporte de mercancías, de modo que los pilotos
masculinos quedaran libres de esos servicios para poder incorporarse al frente.
Pero no fue el único caso; ni siquiera el primero. Unos meses antes, el
sorpresivo ataque japonés a Pearl Harbor llevó a improvisar la incorporación de
mujeres para colaborar en la defensa aérea y relevar a los hombres de otras
obligaciones, dejándolos disponibles para el combate. Se bautizó con el nombre
de WARD (Women’s Air Raid Defense).
Faltando unos minutos para las ocho de la mañana del 7 de diciembre de 1941, tres centenares y medio de aviones japoneses procedentes de seis portaaviones llegaron a la isla hawaiana de Oahu y se lanzaron sobre las instalaciones de la base militar de Pearl Harbor, donde fondeaba la armada estadounidense. Los nipones lograron hundir cuatro acorazados y dañar otros tantos, así como alcanzar también tres cruceros, tres destructores, un buque escuela y un minador. Además, destruyeron ciento ochenta y ocho aviones y causaron casi dos millares y medio de bajas mortales.
Aquella
incursión, realizada en dos oleadas, fue un éxito táctico pero estratégicamente
no tuvo el impacto material que parecía a priori, pues seis de los acorazados
pudieron volver al servicio y las instalaciones clave, como los depósitos de
combustible, el astillero o la central eléctrica, entre otras, salieron
indemnes; también lo hicieron los buques que constituían el objetivo principal,
los portaaviones, debido a que habían salido de misión, de manera que las
fuerzas de los EEUU sólo se vieron apuradas en el Pacífico unos seis meses,
transcurridos los cuales retornaron para frenar al adversario.
Sin embargo, el ataque a Pearl Harbor precipitó la entrada de los EEUU en la Segunda Guerra Mundial y dejó en el archipiélago el temor a un nuevo raid aéreo o una invasión enemiga. Algo que reforzó el hecho de que, inmediatamente, y a a partir del 8 de diciembre, Japón extendió sus operaciones bélicas a otros puntos del sudeste asiático (Tailandia, Filipinas, Malasia…). Por eso los días siguientes fueron de nervios y paranoia, organizándose desesperadamente la defensa de Hawái ante lo que se consideraba un peligro inminente.
Así de
tensas estaban las cosas cuando, unas jornadas más tarde, el General de Brigada
del Army Air Corps, Howard C. Davidson, descolgó el teléfono a las cuatro de la
madrugada para hacer una intempestiva y urgente llamada. Al otro lado de la
línea respondió Una Walker, que era esposa de militar y recibió del otro una
insólita petición: ya que por su puesto en la Cruz Roja conocería a muchas
mujeres, debía reunir una veintena que fueran “brillantes y fiables” para un
trabajo secreto. La señora Walker despertó a su marido y en una hora
confeccionaron una lista entre amigas y conocidas, a las que convocaron a una
reunión en el Royal Hawaiian Hotel de Waikiki (un barrio de Honolulú, la
capital insular) para el día después de Navidad.
La fecha no era baladí porque ese 26 de diciembre estaba prevista la llegada a la isla de Chester Nimitz, recién nombrado Almirante en jefe de la flota del Pacífico. De manera que las mujeres seleccionadas, la mayoría de familia militar, se congregaron frente a la fachada de estilo español de aquel establecimiento turístico de lujo, que durante la contienda se utilizaría como R&R (acrónimo de Rest and Recuperation, el tiempo de relax para militares), y luego fueron acomodadas en un salón donde Howard Davidson, Una Walker y una amiga de ésta, la señora Howard (también esposa de militar) les explicaron por qué se había solicitado su presencia.
La idea
era crear un cuerpo femenino que colaborase en la defensa aérea del
archipiélago ante otro posible ataque japonés, asumiendo las funciones que en
ese momento desempeñaban los hombres en diversos ámbitos para que ellos
pudieran dedicarse a otras puramente de combate; una necesidad derivada del
elevado número de bajas sufridas el 7 de diciembre. Eso sí, las mujeres debían
ser voluntarias, no tener hijos y mantener en secreto su misión; asimismo,
conservarían su condición civil, aunque vistieran uniforme (que era de color
azul pálido). Las asistentes aceptaron y así fue cómo nació WARD, siglas de
Women’s Air Raid Defense.
El
éxito obtenido en la convocatoria llevó a hacer otra mucho más amplia para un
centenar de mujeres, con las que se aspiraba a cubrir todos los puestos
vacantes del sistema de defensa aérea, bastantes porque Davidson había tenido
que trasladar efectivos a Samoa, Fiji y Nueva Caledonia para establecer allí
unidades de alerta. Se establecieron unos límites de edad que iban desde los
veinte hasta los treinta y cuatro años, y una prueba de aptitud para que, a
continuación, las que la superasen se sometieran a un adiestramiento de dos
semanas. La plantilla, que al principio integraron sólo kamaainas haoles
(residentes blancas), se completó luego con otras del resto del etnias (previa
investigación de su vida, ya que muchas eran de origen oriental) y hasta
procedentes de todo el país.
El 1 de
enero de 1942 empezaron su preparación. Se llevó a cabo en el ‘Iolani Palace,
un edificio que fue la residencia de los reyes hawaianos desde 1844 hasta su
derrocamiento en 1893 (es el único palacio real que hay en suelo
estadounidense) y que se había reaprovechado como sede temporal del gobierno
militar, puesto que se había decretado la ley marcial. Su misión principal era
registrar con exactitud la posición de cada avión detectado por radar y
reflejarlo manualmente en un mapa de grandes dimensiones mediante figuritas
-como se ha visto en tantas películas-, aparte de intentar encontrar los
aviones que se perdían en vuelo o identificarlos.
Consecuentemente, a las ya integrantes del WARD se las adiestró para dos puestos: Oscar (nombre clave para referirse al operador de radar) y Rascal (para el encargado/a de mover las figuras sobre el mapa). El novedoso sistema de seguimiento y detección había sido desarrollado unos años antes, pero la entrada en la guerra dio el empujón definitivo. De hecho, fue la armada de los EEUU la que le puso el nombre y la que empezó a adoptarlo poco a poco en los años treinta con asesoramiento británico (precisamente, uno de sus inventores, Sir Robert Watson-Watt, visitó Hawái en esas fechas como asesor). En la isla lo había y funcionó al detectar al enemigo; lo que falló fue la coordinación en las comunicaciones.
El 1 de
febrero, una vez que las mujeres aprendieron a manejar el radar, fueron
destinadas a Fort Shafter (cuartel General de los EEUU para Asia y el
Pacífico), donde estaba Little Robert, como se apodaba al ICC (Information and
Control Center) del Mando de Defensa Aérea. Se turnarían para cubrir las
veinticuatro horas de cada jornada en turnos de seis horas de trabajo y seis de
descanso a lo largo de ocho días, tras los cuales se les concedían treinta y
dos horas libres. El tiempo total de permanencia en el WARD era de un año y
recibían un salario que oscilaba entre ciento cuarenta y cinco y doscientos
veinticinco dólares mensuales. Esto se explica por la orden ejecutiva 9.063,
emitida el 16 de febrero de 1942 por el presidente Roosevelt.
Dicha
orden autorizaba a la Comisión del Servicio Civil a adoptar procedimientos
especiales relacionados con el reclutamiento, la colocación y los cambios en el
estado del personal para el servicio federal, sirviendo de base legal para que
se pudiera incorporar al servicio a aquellas mujeres de Hawái como funcionarias
federales siguiendo el modelo de la WAAF (Women’s Auxiliary Air Force, el
precedente británico de la WASP que reseñábamos al comienzo). Es decir,
formaban parte de la administración pública, no de las fuerzas armadas, aun
cuando el WARD, por sus características, quedó integrado, como destacamento de
la Compañía A, en la 7ª Ala de Caza, en el Signal Aircraft Warning Regiment.
Este
regimiento, creado en 1860, era el que se ocupaba de las nuevas tecnologías en
materia de comunicaciones de guerra y, entre otras cosas, había ideado el
SCR-300 (una radio FM de mochila) y no tardaría en crear la flotilla Catboat
(buques de transmisiones para operaciones anfibias en el Pacífico). Al mando
estaba el General Robert Douglas Jr, quien contaba con una supervisora como
intermediaria con las integrantes del grupo (todas las cuales, por cierto,
tenían categoría de oficiales); las primeras en el puesto fueron Gwendoline
Williams y Mary Erdman; después se sumó Catherine Coonley.
No obstante, a lo largo de la contienda hubo una reestructuración: el 13 de junio de 1943, el WARD fue separado del Signal Corps para adscribirlo al 17º Comando de Caza. Para entonces había ampliado su ámbito de actuación desde la isla Oahu, organizándose también en el resto del archipiélago a lo largo de 1942: en Maui, el 30 de julio; en Hilo, el 10 de agosto; y en Kauai, el 14 de septiembre. Durante el proceso, en cada una de esas islas, hubo dos mujeres del WARD como asesoras acompañando a sus superiores. Como se puede deducir, fue necesario reclutar más personal y, así, más de medio millar de mujeres llegaron a participar.
Como no hubo más raids aéreos sobre Hawái, su misión resultó relativamente tranquila y el momento más tenso fue el 5 de marzo de 1942, apenas un mes después de empezarla, cuando detectaron dos aeronaves sin identificar que no respondían a los requerimientos en ese sentido, con el problema añadido de que resultaba difícil la identificación visual al ser de noche y estar lloviendo. Finalmente, los reflectores iluminaron a sendos Emily, es decir, Kawanishi H8K; hidroaviones japoneses que habían despegado de las Islas Marshall para bombardear algún portaaviones pero se perdieron. Los pilotos lanzaron las bombas a ciegas y una explotó en la bocana de Pearl Harbor, mientras la otra lo hacía a las afueras de Honolulu sin que los antiaéreos ni los cazas interceptores pudieran atajarlos; no hubo víctimas ni daños.
Pese a
todo, el sistema de detección funcionó y las WARD demostraron saber hacer su
trabajo; con doble mérito, ya que en caso de ataque aquellas mujeres no podían
ser evacuadas sino que debían permanecer en su puesto. Tanto que,
posteriormente, tomaron parte activa en los preparativos de la Batalla de
Midway (4-7 de junio de 1942) controlando el intenso tráfico aéreo y dando
explicación a las alarmas que se disparaban cuando algún piloto novato se salía
del corredor que tenía destinado. Tras la victoria les llovieron las
felicitaciones, pero a partir de ahí desapareció el peligro japonés para Hawái
y muchas de las WARD tuvieron que dejar el servicio o pasar a la reserva.
En
1945, terminada la guerra, dejaron de precisarse los servicios del WARD y fue
disuelto, aunque algunas de sus integrantes continuaron en sus puestos, ya
adaptados a la vida civil; el último turno se realizó en el 27 de septiembre de
1945 y, a partir de ahí, fueron sustituidas por personal militar.
Lamentablemente, hay muy poca información sobre este curioso episodio de la
Historia porque en 1983 un incendio destruyó los archivos que conservaban los
fondos documentales del WARD, de modo que buena parte de las fuentes proceden
de artículos de prensa. También se ha publicado alguna novela, como Radar Girls,
de Sara Ackerman.
Fuente: https://www.labrujulaverde.com